Lo dice en su camiseta, lo luce con orgullo. Luis Figo se siente el rey de la pista, king of the court .

15 de mayo del 2002. El Madrid acababa de ganar la novena Copa de Europa en Glasgow con un gran gol de Zidane y con Casillas vestido de héroe. En el segundo tiempo, Vicente del Bosque había sustituido al número 10. Una decisión lógica porque no era el día de Luis Felipe Madeira Caeiro, Figo. Tras el encuentro, el portugués (Almada, 4-11-1972) salió con un balón bajo el brazo y con un gesto duro y serio, más cercano al de la derrota que al del puntazo de conquistar su primera Champions. "Figo, por favor", le repetía una nube de periodistas. Nada. Figo se fue al autobús a rumiar la decisión de su entrenador y su mal partido.

Una vez más, por encima del triunfo, daba preferencia a su ego. Nada extraño para quien le conoce. Nada nuevo para el jugador que traicionó al Barcelona y que ahora ve cómo el Madrid no está dispuesto a verle envejecer por la banda derecha del Bernabéu. Tiene 32 años, le queda un año de contrato y un segundo opcional. El Madrid no se ha planteado ampliarle el contrato. Y Figo no ha podido esperar para dar rienda suelta a su orgullo.

Buscarse la vida

En Japón, sin apenas señales de jet lag , soltó que en diciembre se buscará la vida. Pues muy bien, le contestó Emilio Butragueño, un hombre que nunca levanta la voz, pero que esta vez le dejó muy clarito al portugués que no tiene motivos para quejarse. "Cuando acabe su contrato tendrá 34 años. Yo, con 32 ya me había retirado", le soltó el ejecutivo blanco.

El gran problema de Figo es su soberbia y, por qué no, su complejo ante otros grandes jugadores, mucho más humildes. Cuando Zidane llegó a Nyon como flamante fichaje blanco, las tiendas de la ciudad suiza, donde el Madrid hacía la pretemporada, tenían las camisetas con el número cinco, el de Zizou , en sus escaparates. Las de Figo eran historia. Había que ver el cabreo del portugués que, como un niño, vio que al colegio llegaba un rival dispuesto a quitarle el caramelo. Debería aprender de Zidane.

Ahora, su nuevo enfado tiene que ver con la envidia. La misma que le ha llevado a desbarrar al hablar de su compañero de selección, el ahora azulgrana Deco. De él dijo que no debía jugar con Portugal por su condición de brasileño. La respuesta valiente de la prensa de su país no se hizo esperar. Le llegaron a llamar "nazi". Al verse acorralado y al encontrar la crítica de su seleccionador, se vio obligado a pedir perdón.

La última salida de tono de este personaje vuelve a tener en la envidia su justificación. La pasada temporada, el Real Madrid decidió ampliar el contrato de Zinedine Zidane, que acababa en el 2005, hasta el 2007. Acabará su vinculación deportiva con el Madrid cuando tenga 35 años. Luego se le propondrá ser el embajador del club en el mundo, algo a lo que nunca podría optar Figo. También observó el portugués cómo a Ronaldo se le ampliaba su relación contractual. Terminaba en el 2006 y jugará hasta el 2008. Lo mismo sucedió con Raúl, que acababa en el 2005 y será blanco hasta el 2010. Y con Salgado, y con Guti y, más recientemente, con Roberto Carlos. "¿Y yo qué?", debió de pensar Figo. Usted verá, dicen en el Madrid, que incluso podría hacer negocio con él.

El abanderado de Pérez

Ni siquiera haber sido el abanderado de Pérez en las elecciones del 2000 le otorga a Figo una cierta seguridad. Florentino, que mantiene que no ganó aquellos comicios por el portugués, le está agradecido y le respeta, pero no se volverá loco por retenerle de por vida, sobre todo cuando tiene a Beckham, al que todos quieren plantar en la banda derecha sobre el césped. Tampoco la buena temporada de Figo, en la que sobresalió del resto cuando el equipo entró en barrena tras perder la Copa del Rey, le otorga dividendo alguno.

Figo se pasó el año pensando en la Eurocopa. Se entrenó por su cuenta, ya que los ensayos de Carlos Queiroz eran raquíticos. Del torneo portugués no ha salido como un héroe. Más bien se quedó en la orilla, pero cabe preguntarse qué hubiera pasado si Portugal hubiera logrado el título. Quizá entonces, el jugador, al que aún no se le ha escuchado decir eso de "me siento madridista", hubiera iniciado su particular venganza en los mismos vestuarios del estadio de La Luz. No lo hizo, pero no ha tardado mucho en dar un golpe en la mesa, lo que ha hecho caer en desgracia también en el Madrid.