"Para llegar a una final hay que saber sufrir. La recompensa es haber jugado un buen partido de ida". Las palabras eufóricas de Marcelo Gallardo, el entrenador de River Plate, lo dijeron todo en la noche del martes. Su equipo es finalista por séptima vez de la Copa Libertadores de América y nada menos que ante Boca Juniors. Los festejos de los hinchas en Buenos Aires se extendieron hasta horas de la madrugada. Ganarle al rival histórico produce esa sensación de algarabía irrefrenable aun a pesar de la derrota. Porque River perdió 1-0 pero como había vencido de local semanas atrás por dos goles pudo avanzar a la última instancia del certamen por la diferencia de un tanto. Disputará el título el 23 de noviembre en el Estadio Nacional de Santiago de Chile contra el ganador entre los brasileños Flamengo y Gremio.

La era Gallardo sigue dejando oropeles que justifican entre sus admiradores el mote de 'Napoleón'. Su condición de sagaz estratega se ha vuelto indiscutible en Argentina. Es la segunda final consecutiva que tiene River en el torneo más preciado de la región. El entrenador sabía que tenían un partido difícil en la Bombonera. Es un estadio espacial por su resonancia. Los gritos de la hinchada local se sienten muy cerca y suelen intimidar a los visitantes. Pero River supo aguantar el vendaval. Boca salió a ganar desde el primer minuto pero sin imaginación. El conjunto que dirige Gustavo Alfaro no supo cómo encontrar espacios para llegar hasta la portería defendida por Franco Armani. La primera etapa se terminó sin emociones y en cero.

Crece el dramatismo

En el segundo tiempo creció el dramatismo solo por el hecho de que Boca no tenía otra alternativa que acortar distancias. Wanchope Ábila estuvo cerca de celebrar el 1 a 0 pero falló en la definición. Lo mismo le sucedió a Mac Allister. El tiempo corría y los nervios desbarataban las intenciones de los boquenses. Alfaro decidió que salieran al campo Hurtado y Mauro Zárate para tener mayor peso ofensivo. De ellos vino el gol cuando faltaban 10 minutos para que todo concluyera. Boca apostó al milagro. Un 2-0 le permitiría definir la semifinal por penaltis. River se encerró en el área para impedirlo y obtuvo el pasaporte a la final que vino a buscar.

"Tengo una felicidad enorme por los jugadores y una alegría por nuestra gente. Jugar una final y haber dejado a Boca. Somos un equipo que reconoce jugar en condiciones adversas. Por momentos se nos hizo difícil", dijo Gallardo. El exvalencianista Enzo Pérez se desahogó a los gritos en el campo. "Todo el grupo se lo merece. Lo que nos propusimos era estar otra vez en una final y lo hemos logrado". Pérez reconoció que su equipo no había jugado un buen partido. "Nunca encontramos el balón. Fue más duro de lo que pensamos".

El 'superclásico' del fútbol argentino estaba precedido por el escándalo. La final de la Libertadores del 2018 tuvo que jugarse en Madrid porque en Buenos Aires no estaban dadas las condiciones para garantizar la seguridad del partido después de que el bus de los boquenses fue agredido por hinchas rivales.

Miedo a los incidentes

El miedo a algún incidente sobrevoló la previa del encuentro. El choque debió comenzar a las 21.30 horas pero se demoró 18 minutos. Desde las gradas habían arrojado tantos papelitos para saludar la entrada de Boca que el césped se hizo intransitable. Desde el VAR le avisaron al árbitro brasileño Wilton Sampaio que en esas condiciones no se podía jugar. Hubo que esperar entonces que el césped fuera limpiado.