Bajo la lluvia y el primer frío del año, la ciudad de Buenos Aires cimbró este domingo al grito de "dale campeón". El River Plate, el segundo equipo más popular de la Argentina, que en el 2011 conoció el infierno del descenso a la Segunda División y que, un año más tarde, recuperó la categoría, obtuvo su título número 35. La victoria por 5-0 ante Quilmes lo convirtió en el merecido ganador del torneo.

El nuevo campeonato hizo que miles y miles de personas recuperaran la sonrisa después de años de inéditas amarguras. Gran parte salió a festejar la consagración. El centro de la capital se vistió de los colores rojo y blanco. Desde el 2008, bajo la dirección de Diego Simeone, flamante campeón de la Liga española con el Atlético, el River no había obtenido un certamen.

El equipo que conduce Ramón Díaz se quedó con uno de los torneos más aburridos y desparejos de los últimos años, sin figuras rutilantes y con las tribunas visitantes vacías para evitar una escalada de violencia en los estadios. En el fútbol local no juega ni un solo jugador titular del seleccionado nacional. La mediocridad es rampante y no surgen figuras juveniles. En ese contexto, el River dio su vuelta olímpica frente a una afición enardecida. Ganó, en definitiva, porque se equivocó menos que los demás.

Comenzó con tropezones. Pero los líderes temporales del certamen --Colón de Santa Fe, Estudiantes y Gimnasia y Esgrima-- fueron desperdiciando sus oportunidades de consolidarse en la punta. El equipo de la banda roja empezó a perfilarse como campeón después de ganarle nada menos que al Boca Juniors, su rival histórico, por dos goles a uno. No deja de ser una ironía de esta historia el hecho de que el Boca Juniors quedara segundo en la tabla de posiciones, pero demasiado lejos para amargarle la fiesta a su rival.

Airoso "contra todo y contra todos"

En la tarde del domingo, el estadio Monumental se desbordó de entusiasmo. Hubo lágrimas en las tribunas y plateas, pero, también en el césped. Todos se acordaron de Ramón Díaz, el explosivo goleador de finales de los años 70 que, en su tercer ciclo como entrenador del River obtuvo su octava copa. Nunca un técnico de este equipo ganó tantos certámenes como 'el Pelado'. Según el diario 'Clarín', salió otra vez airoso "contra todo y contra todos (o casi)". Volvió a la cúspide "con el ego por las nubes, mirando a los enemigos, demostrando que su ojo clínico no pierde la visión".

La dirigencia del club no confiaba mucho en su pericia y, de acuerdo con este diario, "hasta de su idoneidad". Le redujo el salario y le pidió que no dijera disparates ante la prensa. A fines de febrero estuvo a punto de ser destituido. Y, sin embargo, volvió a torcer favorablemente su destino y el del River. "Necesitábamos el título. No solo la gente, sino también el cuerpo técnico y los jugadores", dijo el entrenador.

Fernando Cavenaghi, el goleador del equipo, fue otro de los más aplaudidos por los hinchas. "Estoy muy orgulloso de lo que hizo este plantel. Quería volver para ser campeón y hoy estoy cumpliendo un sueño", añadió.