El partido de esta noche (20.45 horas) del Olímpico tiene un aroma de otro tiempo. La afición inglesa pudo despedirse de sus jugadores en el aeropuerto John Lennon, mientras los pupilos de Klopp entraban por la puerta principal y no una escondida, en una imagen más propia de los 70 u 80. El partido tiene una leyenda, Francesco Totti, pidiendo que se pinte la ciudad de giallorosso para enseñar los valores romanistas, y de paso mostrar una imagen pacifista después de los incidentes del partido de ida en Liverpool. Los reds avisan a sus aficionados de que no beban alcohol en las calles, les piden que eviten la zona del Ponte Milvio e imploran que no profanen los monumentos nacionales con bufandas o banderas. Roma y Liverpool, con escasos éxitos nacionales e internacionales en los últimos 20 años. El regreso de Salah. El recuerdo de la final de 1984, que ganaron los ingleses en los penaltis. Ingredientes superlativos para no perderse un nuevo intento de «Romantada».

«Improbable solamente quiere decir que puede suceder. No te digo que vaya a ser fácil, pero valdrá la pena». Es una de las frases motivacionales que usa el técnico local Eusebio di Francesco para ilustrar el vestuario antes de intentar el milagro. 3-0 al Chelsea. 3-0 al Barcelona. ¿Por qué no podrían hacerlo una vez más esta temporada? «Jugamos una semifinal de Champions delante de 70.000 personas. Quiero ver un equipo combativo, entusiasta y con el deseo de superar el obstáculo», explicó Di Francesco, custodiado por su futbolista más guerrillero, el belga Radja Nainggolan, que secundó el discurso de su entrenador. «Si pudiera copiaría y pegaría la misma actuación que nos clasificó ante el Barcelona», añadió el técnico del Roma. Mientras, Klopp se mostró prudente. «Nadie le dijo al Barça que les podrían marcar tres. A nosotros, sí», añadió el alemán, que cuenta con la ventaja del 5-2 de la ida y está avisado del 3-1 que perdió el Barça en Roma.