Daba esa sensación de última jornada intrascendente, con Natxo González priorizando los playoffs en palabras y actos, con nueve cambios en la alineación. Fue titular Vinícius, por ejemplo, con gol. O Ratón, con paradón. De punta a cabo transformó un equipo que, sin embargo, se llevó un premio mayúsculo, una victoria (0-2) que, unida a la derrota del Sporting, lo sitúa como el tercer mejor equipo de la competición. También como el más temible de los candidatos al ascenso. Empezará la guerra el miércoles a las 20.30 en Los Pajaritos, cerrará la primera batalla el sábado a las 18.00 en La Romareda. Ay, La Romareda. Sí, La Romareda, allí donde se cantan los sueños, el lugar desde donde se sube al cielo.

El Numancia, primer rival, gusta. Por si hay cenizos, no disgusta. Le sienta mejor al Zaragoza su juego que otros estilos más cerrados como los que prepara el adusto Cádiz o encierra un feudo hosco como El Sadar. En Soria jugó el equipo de Natxo González, además, uno de los mejores partidos del año, quizá el más redondo, aquel en el que Borja falló cuatro ocasiones y Pombo marcó dos golazos. Era en mitad de la racha, poco después de que La Romareda empezara a hacer magia.

Algunos creen que todo empezó a cambiar el día del Tenerife, en esa tarde de cielo negro con la que se daba comienzo a la segunda vuelta de la Liga. Hasta allí había sobrevivido Natxo González gracias a Lalo Arantegui, mucho antes de que este pudiese imaginar la traición última. El Zaragoza tenía entonces solo 24 puntos, más goles en contra que a favor, más derrotas que victorias, sensaciones siniestras... A 3 puntos del descenso después de la mitad del campeonato, pensar en aterrizar al final del torneo en tercera posición con 71 puntos parecía ficción. El plan aquel, suena tan raro hoy, pasaba por sumar 50 puntos. Lo repetía sin rubor Zapater, que siempre ha entendido como clave de la metamorfosis un penalti de dos jornadas después, el que le paró Cristian Álvarez a Alejandro Alfaro cuando el partido ante el Córdoba se consumía.

En ese desvanecimiento intencionado del portero nació un Zaragoza nuevo, creen unos. Puede que no. Una semana después, unos centenares de zaragocistas explotaban en contra de su entrenador en el estadio de Santo Domingo. Su equipo, entendían, acababa de firmar una bochornosa actuación ante el Alcorcón. Salvó un punto que no conformó a su gente. Cuestión de formas. El coro blanquillo atronó desde un fondo: ‘Natxo, vete ya’. El entrenador se agarró un cabreo morrocotudo en la sala de prensa. Después de 25 jornadas, el Zaragoza estaba a solo 2 puntos del desastre, con la obligación de ganar a un cuadro fiable, que llegaba a La Romareda metido en zona de playoff y con 10 puntos de distancia sobre el conjunto aragonés.

Esa tarde del Lugo, esa sí, empezaría otra historia, el principio de una crónica que durará, al menos, una semana más. Un pleno en media docena de encuentros puso al equipo aragonés por primera vez en muchos años en los puestos de promoción. Había liquidado a Lugo (2-0), Nástic (0-2), Oviedo (2-1), Numancia (1-2), Lorca (3-1) y Osasuna (1-2). Los 18 puntos dieron el vuelo definitivo al equipo, que empezó a competir de verdad, con pierna dura fuera, con fútbol y atmósfera guerrera en casa. Ayer llegó hasta los 47 puntos en la segunda vuelta, cifra que explica por sí sola la mejoría descomunal de su fútbol.

La Romareda se lo dio todo: 10 triunfos en los 11 partidos de la segunda vuelta en casa. Curiosamente, solo perdió contra el peor, el equipo que ha descendido como último clasificado, el Sevilla Atlético. Ganó una afición entera para la causa, la misma que le quiere llevar a Primera a golpe de pulmón. Al fondo, si cierran los ojos en silencio, ya se oye el rumor que atronará. El coliseo va a reventar, seguro. El técnico, por si acaso, dice que La Romareda no hace milagros. Dice. A ver.