Víctor Muñoz no lo hace todo bien. Ni todo mal. Es un trabajador extremadamente profesional y que le tiene una fe ciega a su método, que se basa en la racionalidad y en una dedicación del jugador proporcional a la que él se exige para sí mismo. Acostumbra a pecar más por exceso que por defecto y, ahora mismo, trabaja en una empresa en la que no le quieren mucho. Todas sus decisiones deportivas responden a un proceso argumental bien meditado. El resultado de esas acciones a veces es favorable y en otras, por el momento las menos, perjudicial. Con la fórmula de los dos delanteros (Borja Bastón y Willian José) y un once que cualquier zaragocista se ha aprendido de memoria entre el final del verano y el comienzo del otoño, con casi tantos hombres defendiendo como atacando, ha firmado un último mes brillante que ha realzado el valor del equipo y lo ha situado en la parte alta a pesar de todas las incomodidades y la forma en que se construyó la plantilla en tiempo récord.

Si no hay nuevos contratiempos, el entrenador pronto tendrá a todos sus hombres disponibles, una vez que Rico ha vuelto, Cabrera estará de regreso esta semana, Jaime y Tato ya están en tono físico y Pedro ultima su proceso de recuperación. Entonces será el primer momento real de esta temporada en el que Muñoz tendrá que tomar decisiones de calado, hondas, que podrían o no afectar al dibujo táctico en función de los hombres elegidos.

¿Seguirá el técnico apostando de forma perpetua por la fórmula de Borja y Willian José? ¿Mantendrá fuera o le hará un hueco inmediato a Pedro, uno de sus intocables hasta la lesión? ¿Si lo hace, romperá la dupla en la delantera y jugará con Eldin de mediapunta? ¿O prescindirá de inicio del bosnio o de Javi Álamo, su capitán y uno de los hombres en los que puso empeño personal para que continuara? ¿O no tocará nada mientras todo marche, lo más normal quizá? Muchas decisiones por tomar y muchas consecuencias.