Muy pocos, ni siquiera los grandes vencedores como el popular piloto norteamericano Randy Mamola, comentarista de Eurosport en el Mundial, creía en la gesta. Resultaba imposible que Valentino Rossi convirtiese en campeona del mundo a la Yamaha. Ayer, a un GP del final de temporada, el doctor destrozó todos los pronósticos, doblegando de nuevo a Sete Gibernau, el líder improvisado de Honda al fallar sus pilotos oficiales auténticos (Alex Barros y Nick Hayden). Hacía 12 años que Yamaha no disfrutaba de semejante privilegio."¡Qué espectáculo!", rezaba la camiseta de ayer de Rossi. Vale

, que se siente el ser más feliz del mundo rodeado de los suyos, invitó a su madre Stefania y a su hermanastro Luca, de 7 años, además de a dos docenas de amigos de Tavuglia, su pueblo, con los que cenó el sábado en el restaurante Taylor´s de Phillip island, a su gran fiesta. Estaba convencido de que no iba a fallar. Alguien que gana la mitad de las carreras que corre (67 victorias en 139) y que sumó ayer, en Australia, su podio número 100, puede atreverse a eso y a mucho más.