"Quiero ser entrenador de Primera División". Rubi tenía muy claro su objetivo cuando estaba muy lejos de conseguirlo, tanto por el lugar -dirigía al Vilassar de Mar, su club de origen, en Tercera-, como por el tiempo: ha tardado 15 años. Si no lo hace en el Huesca, al que acaba de ascender, lo hará en el Espanyol, con el premio añadido de volver a casa.

"Este paso es el que ha culminado muchos años de trabajo, y es el hecho más relevante de mi carrera, pero he vivido otros", reflexionaba Rubí con la madurez que otorga la edad (48). Con la serenidad de saberse pretendido. Con el orgullo de sentirse querido. "En Huesca me he sentido como en casa", explicó en Catalunya Ràdio, guardando el equilibrio antes de anunciar su inminente decisión entre la continuidad (el presidente es a la vez su representante) o el regreso a Sant Adrià.

Joan Francesc Ferrer Sicilia, Rubi, ha conocido ya la máxima categoría, pero será en el Espanyol cuando podrá decir que comienza un proyecto. Su proyecto. Como ha sido en Huesca. Empezando de cero. Sin servidumbres, sin herencias, sin el lastre de ser el sustituto de nadie. Como le sucedió cuando asumió el mando del Levante a mitad de la temporada 2015-16. Pese a la encomiable reacción granota, no pudo salvarlo del descenso. Le pasó lo mismo en la siguiente temporada: fue el recambio de Abelardo en el Sporting y volvió a bajar. Nada de eso asustó al Huesca, que apostó por él. Después de una temporada insospechable, el club aragonés y el entrenador catalán están donde soñaban.

Un fichaje de Tito

También conoció la Primera con el Barça. Por menos tiempo, aún. Le fichó Tito Vilanova para su staff técnico en junio del 2013, pero el rebrote de la enfermedad del técnico provocó que renunciara al cargo. Rubi, Jordi Roura y todos los colaboradores pudieron seguir al lado de Tata Martino y sus nuevos ayudantes. Con cada vez menos atribuciones, orillado en las grandes decisiones, Rubi decidió marcharse.

A Valladolid, donde se quedó en puertas, al sucumbir en el playoff de ascenso ante el Las Palmas (2014-15). Una amarga experiencia que había vivido con el Girona (2012-13) anterior a Pablo Machín: el equipo rojiblanco cayó en la segunda eliminatoria con el Almería después de haber eliminado al Alcorcón.

"Le conocí en el Vilassar, cuando empezaba como entrenador, y ya se veía una persona muy preparada", cuenta Albert Tomàs, excentral con 12 años en la élite y que estuvo una época entrenando con el club del Maresme mientras encontraba equipo.

"Los entrenadores que no tienen nombre se lo tienen que ganar todo desde el conocimiento y demostrando su capacidad mucho más que quienes han sido futbolistas de alto nivel, donde el nombre les da inicialmente oportunidades que no se les conceden a los otros", observa Tomàs, de la misma quinta que Rubi (ambos son nacidos en 1970) y con numerosos amigos comunes.

Perico desde siempre

"Como persona es un diez", rubrica una voz autorizada del Espanyol, que conoció primero al futbolista -"era un mediapunta pequeño, ratonil, habilidoso"- y luego al entrenador que fue del Espanyol B. Lo ascendió de Tercera a Segunda B (05-06), lo mantuvo (06-07) y no pudo concluir la tercera campaña. "Sus equipos son de toque, ofensivos, como era él como jugador", dice un viejo observador del fútbol catalán. "Un juego de posesión, pero no de la escuela Barça", matiza la fuente que no desea ser citada. Tampoco es culé, sino perico desde siempre.

De Rubi coinciden en destacar el espíritu vocacional, que no necesita el fútbol para vivir porque su familia tiene una empresa mayorista de agencia de viajes y su capacidad de trabajo. Tito le quiso en el Barça, entre otras razones, para dirigir las jugadas de estrategia.

"Es un estudioso del fútbol, no tiene techo como entrenador", cuentan desde Cornellà quienes el vieron al frente del filial blanquiazul. Desde entonces, pese al amargo final por culpa de los resultados, Rubi siempre estuvo en la agenda de la secretaría técnica. En particular, la que guarda Óscar Perarnau en el cajón de su despacho. Es la apuesta del director deportivo, que tiene una fe ciega en aquel entrenador que conoció en Vilassar de Mar.