Argumentos para sostener a Agné solo hay uno, o así se sigue viendo en el propio Real Zaragoza: puede ser suficiente para salvar la temporada y, de este modo, evitar otro relevo traumático en el puesto y un nuevo gasto económico añadido. Argumentos para prescindir del entrenador hay muchos: los resultados (8 puntos de los últimos 30), el hundimiento en la clasificación (decimocuartos, a nueve del playoff y a cinco del descenso), la inverosímil amenaza de la Segunda B, algunos planteamientos ultradefensivos, la gestión de los cambios, la reprobación de La Romareda a alguna de esas situaciones o la incapacidad para mejorar el equipo y para exprimir el potencial de la plantilla.

Mientras el Zaragoza contemporiza con el entrenador, la cosa se ha puesto fea. Para el propio Agné, el escenario también es engorroso. Sabe lo que hay entre bambalinas y, en ese ambiente, aún es más complicado rendir en máximos. Descender a Segunda B este año es extraordinariamente complicado (ahora mismo la proyección de puntos del 19º es de 43, aunque lo normal sería que al final el dueño de ese puesto alcanzase una cifra algo superior por las sinergias de la competición). Solo hay una improbable y siniestra bala en el cargador, pero el Zaragoza sigue jugando a la ruleta rusa con Agné.