Nadie le puede poner ningún pero a un equipo que pese a encarar el último encuentro de la fase previa sin ninguna opción, dio la cara desde el primer minuto hasta el último. Tanto que, tras ir venciendo por 2-1, aún buscaban más, como si quisieran sumar un dinerito extra de alguno de esos maletines que circulan por ahí para asegurar el pase de España, lo que podrían haber conseguido con un gol más. No fue así y el conjunto heleno, que saltó al campo muy confiado, se salió con la suya, gracias al gol psicológico de Vryzas al filo del descanso.

La disciplina germana de Otto Rehhagel saltó por los aires en apenas dos minutos. Ese fue el tiempo que tardó en marcar Rusia. Un error de Katsouranis permitió a Kirichenko abrir el marcador con un disparo con la derecha (m. 2). Nadie lo podía creer. Era una sorpresa mayúscula, pero el conjunto ruso prometió tomárselo en serio y lo hizo. No querían irse de vacío, pese a sus problemas internos, que terminaron con la salida de Mostovoi del equipo.

ASOMBRO GRIEGO Para certificar sus intenciones, Bulykin hizo el segundo tanto, al rematar de cabeza una saque de esquina (m. 17). La cara de los griegos era de asombro total. Los jugadores intercambiaban miradas intentándose explicar lo que estaba pasando. Los nervios se impusieron a cualquier decisión. Grecia iba a la deriva, con una defensa de cristal, y Rusia buscaba el tercero. Lo tuvo Karyaka en sus botas, pero mandó a las nubes un remate muy cómodo, casi en el punto de penalti.

Las cosas se pusieron tan mal para los griegos que se volcaron con todo, lo que provocó que el partido fuera de ida y vuelta. Las contras de los rusos llevaban veneno, pero fue Grecia la que sacó tajada de un córner y un posterior rechace que terminó en un servicio de Papadopoulos a Vryzas, que batió a Malafeev de un tiro cruzado (m. 44).

Grecia respiró con ese tanto y encaró la segunda mitad algo más tranquila. Aún así, Rusia no cedió un ápice. Después de una intervención de Malafeev a un falta lanzada por Tsartas, Kirichenko tuvo el tercer gol y la manita a España. Fue un centro desde la derecha al que el jugador ruso no llegó por centímetros. Sólo entonces, y sabiendo que España perdía con Portugal, los aficionados griegos comenzaron a celebrar su pase a cuartos de final.