Ver ese rayo de luz que antes se agotaba en la oscuridad. Percibir el aroma fresco que se pensaba extinguido. Esa sensación de sentir el rescate cercano tras toda la desesperación pasada. Ese ascenso por las paredes de un pozo que se percibía infinito y ahora únicamente queda a un empujón más del agujero de la salida. En ese agarre está el Huesca. Sin nada ganado, con todo por ganar. Pero en esa esperanza que antes parecía inalcanzable y ahora ilusiona real. Porque ganar en Eíbar dejará al equipo fuera de la condena de la última posición y con una posibilidad matemática de abandonar los puestos de descenso.

Ese es el punto para llegar a los tres puntos. Saber que trepar esa cota es únicamente una motivación para seguir hacia delante y una razón para confiar en cómo se ha llegado. Como se superó el gol adverso ante el Granada, con toda la creencia del mundo que Pacheta ha depositado en un grupo de jugadores luchadores, que han solidificado en bloque y un estilo desde el que crecer. Esa será la manera de afrontar un partido primordial, un duelo directo con el golaverage en juego y una inyección positiva de moral en una racha creciente. Nada definitivo.

Porque pase lo que pase en la sobremesa del partido de Ipurua quedarán trece jornadas por delante, 39 puntos por disputarse, un mundo amplísimo hacia cualquiera de los dos lados. Perder no será un resbalón mortal ni vencer evitará una recaída. Todo es de color. De todos los colores todavía.

El Huesca llega a este día renacido. Ya sabe ganar, como dice Pacheta. Él ha reformado desde los cimientos a la azotea a un conglomerado peleón y competidor. Dos victorias y un empate más las buenas sensaciones ante el Madrid y el Sevilla han alterado el pulso de un grupo que tiene un esquema definido, un once tipo y no duda en que puede subsanar sus errores. Esa seguridad en si mismo le proporciona esta oportunidad de seguir restando puntos a los cálculos de la permanencia y restárselas a un rival al que estará mirando a los ojos hasta el final.

Cuando todo marcha por el buen camino no es necesario tomar atajos ni desvíos. Una línea de tres centrales y dos carrileros bien definidita, con un tridente en el medio y dos puntas. Pocos nombres podrían cambiar, únicamente saber si se apostará por el músculo de Doumbia u otra alternativa más arriesgada como la de Ferreiro como interior, invento del entrenador burgalés en la excelente y convincente victoria ante el Granada (3-1). La pareja de Escriche, debutando como goleador y delegado sindical de Pacheta, y la estrella goleadora de Rafa Mir.

Bajas

La enfermería tampoco ha guardado nuevas noticias para posibles variantes. Sandro sí ha completado toda la semana con el grupo y su regreso podría ser posible en dosis de minutos de readaptación a la aceleración de LaLiga. Sin embargo, Silva, Mosquera y Luisinho siguen en recuperación, por lo que se repetirá una convocatoria donde Vavro sigue inédito.

Se presenta un partido de batalla, ante un Eibar en caída libre, todo lo contrario que el Huesca, pero con más cicatrices en Primera. Un guerrero acostumbrado a estas circunstancias, que sabe que el hoy cambia mañana y que el ayer se lo lleva el aire. Con una filosofía explícita: el cemento, el centro y el remate directo.

Ipurua es un campo viejo, de arquitectura inglesa, como su fútbol de antes. Un estadio donde empezó la historia de Primera del Huesca. El partido inaugural en LaLiga y la victoria (1-2) en ese día, ese 19 de agosto del 2018 que queda clavado como una flecha en el corazón del Huesca y su afición. Repetir ese tanteo será dificilísimo y sería una bomba en el ánimo del equipo y en la clasificación temporal que no definitiva.

En un deporte que se ríe de los pronósticos, decir que el Eibar lleva 8 puntos en 13 jornadas y que no ha ganado desde el 3 de enero alienta esperanza pero no asegura nada. Viene encima de caer en el duelo de escombros en Elche (1-0) y empatar antes con el Valladolid (1-1), los compañeros del furgón de cola. Los ilicitanos, perdedores entre semana en la recuperación ante el Barcelona, y los de Pucela juegan fuera y hay otro enfrentamiento a cara de perro entre el Osasuna y el Alavés.

Al Eibar de José Luis Mendilibar le cuesta marcar, es el segundo menos goleador (19), y el peor en su propio domicilio, donde sólo superó al Granada (2-0). Hay que recordar que rascaron un empate (1-1) del Alcoraz, aunque sorprende que no han conseguido superar en Primera a los altoaragoneses: dos victorias y unas tablas. Mendilibar contará con la única baja de Rober Correa y, sobre todo, de su portero titular, el serbio Dmitrovic, ausencia de última hora como consecuencia del fallecimiento, este viernes, de su padre. El técnico recupera a Kevin Rodrigues, mientras Cote apunta a volver a la titularidad.