Perdieron el Celta en Riazor y el Valladolid en el campo del Betis. Esa era la combinación perfecta, la mejor carambola ajena, que debía darse para que el Real Zaragoza se hiciera inaccesible en la clasificación para estos dos equipos y para que se salvara sin atender al resultado que se produzca hoy con el Manzanares o la espera de un último encuentro con el Bar§a. Ni brujas ni suspicacias ni más agonías. Se acabó todo. Qué alivio, qué descanso... Ya podemos dormir a pierna suelta, con la colcha zaragocista envolviendo sueños tranquilos y no las horribles pesadillas que han protagonizado este curso de muchos suspensos y un solo sobresaliente: la Copa del Rey ganada en Montjuïc al Real Madrid el 17 de marzo.

Las sospechas de posibles arreglos en La Coruña comenzaron a borrarse de inmediato cuando el Depor aparcó la hermandad gallega y en el minuto 25 le había clavado tres goles fratricidas a los vigueses. Era fundamental el fallo del Celta, una derrota que madrugó con un gol en propia meta de Sylvinho. El conjunto aragonés, ocurra lo que ocurra esta tarde en el Manzanares, que será un grito enlutado en recuerdo de Jesús Gil y y adornado de fuego a favor de un Atlético que necesita los puntos para su objetivo europeo, seguirá un año más en la élite. Adiós a la presión, a una temporada que se había afeado muchísimo en las últimas jornadas, tan sólo edulcorada por el gol-milagro de Alvaro a Osasuna hace una semana. La afición puede respirar ya tranquila, y el club debe felicitarse no tanto por el desigual equipo configurado tras el regreso de Segunda y sus consecuencias como por una continuidad que le ofrece un margen de corrección para el futuro --otro más en su sufrida historia reciente--, cuando libere su plantilla de contratos inútiles y ponga en las manos de Víctor Muñoz un bloque mucho más competitivo.

ESPECIAL ATENCION Toda la expedición del Real Zaragoza siguió con especial atención por la televisión del hotel donde se aloja en Madrid el encuentro de Riazor, con el transistor a tope para escuchar lo que ocurría en el Ruiz de Lopera, con el Valladolid apretando las clavijas a un Betis desinteresado y ciclotímico. Menos mal que el martillo de Assun§ao es ambicioso y marcó a falta de un cuarto de hora para el final. Se ensancharon los pulmones y floreció la sonrisa de todo el mundo al finalizar ambos partidos con marcadores que aflojan al máximo la tensión de la cita de esta tarde en el Calderón.

Antes de conocerse la excelente noticia, había una seria y profunda preocupación en el ambiente. Se intuía un beso de tornillo en La Coruña, y que el Valladolid, con el arrojo de su desesperación, pudiera tumbar al Betis, ya un peso mosca en esta Liga agonizante. La lógica impuso su ley, porque de lo contrario el choque contra el Atlético habría supuesto una exigencia mayúscula para la escuadra de Víctor. La obligación de

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