Entre una sala de musculación y cardio y otra con un tatami, la zona de boxeo del gimnasio Kyobox de José Ramón Escriche invita a unos, los que levantan pesas, y a otros, los que interpretan un kata, a mirar los movimientos de los boxeadores a través de los espejos separadores. De esa forma, Sandra Bernal decidió probar fortuna en un deporte que le resultaba ajeno.

"Siempre parece que solo hacen boxeo chicos que son muy grandes, calvos y llenos de tatuajes. Es un estereotipo. Yo era el concepto que tenía, pero cuando estás aquí, te das cuentas de que lo puede hacer cualquiera", explica. Y es cierto que no cumple con el cliché; no es fuerte, sino espigada. "Empecé hace tres años. Me gusta porque descargas adrenalina. Además, los compañeros son muy agradables y se forma un ambiente muy bueno; para que me gustara, hubo una mezcla de todo", comenta la boxeadora, cyua profesión es gestora de cuentas.

Los hombres siguen siendo mayoría, pero en el gimnasio Kyobox se nota el impulso femenino en este deporte de contacto. No obstante, a la hora de entrenar, eso da igual. "Aquí no hay diferencias. Te dan las hostias igual, no se cortan. Los golpes son igual para ellos que para ellas y así entrenamos mejor", afirma, entre las bromas de sus compañeros.