A dos días de acoger el partido entre Brasil y Croacia que dará inicio al Mundial, Sâo Paulo está que arde. La mayor ciudad de Sudamérica, con casi 21 millones de habitantes, vive inmersa en el caos desde que los trabajadores del metro decidieron ir a la huelga a finales de la semana pasada. Ayer por la mañana, barricadas en llamas impedían la entrada a la estación de metro Ana Rosa. La reacción de la temida tropa de choque, los antidisturbios brasileños, no se hizo esperar y una nube de gas lacrimógeno, amenizada por el sonido de las bombas aturdidoras, convirtió esa parte de la ciudad en un escenario propio de una guerra. En total, 13 detenidos. El Secretario de Transportes, Jurandir Fernandes, también anunció el despido de 61 trabajadores por instigar un paro declarado ilegal por el Tribunal Regional del Trabajo (TRT). "No hay discusión, la huelga es completamente ilegal", afirmó el domingo el gobernador del estado de Sâo Paulo, Geraldo Alckmin, quien avisó de que se impondrán multas de hasta 170.000 euros por día a los dos sindicatos en huelga, los conductores y los ingenieros.

La tensión en la ciudad se corta con un cuchillo y la situación, que no parece ir a mejor, puede poner en peligro el partido del jueves. Teniendo en cuenta que el Arena Corinthians está a unos 25 kilómetros del centro, en el barrio de Itaquera, y que la paralización parcial del metro originará enormes retenciones, es posible que llegar al estadio se convierta en una misión imposible para la torcida. Basta con decir que la semana pasada la ciudad batió su propio récord de atascos, llegando a alcanzar los 271 kilómetros a pesar de que el metro iba al 100% de su capacidad. Ayer, apenas funcionó al 50%.

Nadie sabe cómo evolucionará la situación. El diario O Globo aseguró que es posible que la huelga se extienda a Río de Janeiro a partir de hoy. Los trabajadores exigen, entre otras medidas, un reajuste salarial del 15% para compensar los altos niveles de inflación del 2013. Con una media de 850.000 usuarios por día, la paralización del metro en Río convertiría a la ciudad, que ya de por sí tiene una orografía complicada, en un infierno.

La selección holandesa, hospedada en un lujoso hotel frente a la playa de Ipanema, teme ahora no poder realizar sus entrenamientos con normalidad en las instalaciones del Flamengo. La Naranja Mecánica se ha dejado seducir por la magia de Río de Janeiro, pero ha olvidado que sus paradisiacas playas son escenario de enormes atascos cada mañana.