El balón terminó en la red y fue un final esperado. Cuando salió golpeado por la zurda de seda de Savio se sabía que ese disparo sólo tenía como destino besar las mallas de la portería de Mora para culminar una jugada que había iniciado con un sombrero a Rivera. No es el remate la principal cualidad del brasileño, pero su buen arranque de temporada le da para eso y para más. Su nombre aparece en la lista de goleadores, con tres dianas, y también queda grabado en la mente del lateral derecho que tiene que lidiar cada tarde con él. Ayer le tocó a Pinillos, que sufrió tanto como Gaspar (Albacete) o el getafense Cotelo, dos damnificados más.

Y es que Savio está siendo el mejor del Zaragoza en este inicio de curso, después de una pretemporada en la que se incorporó con diez días retraso por el cáncer que sufre su padre. No pintaban las cosas bien para que el brasileño, de personalidad quebradiza y muy pendiente de su entorno familiar, brillara en su segundo curso, pero la mejoría de su progenitor y una implicación total desde su aterrizaje han dejado claro que quiere volver al primer plano que merece.

Espíritu de sacrificio

Lo está consiguiendo. Tanto que el césped de la zona de ataque parece inclinado hacia la banda izquierda, donde Savio exhibe calidad y velocidad, pero también espíritu de sacrificio para ayudar en el trabajo defensivo. Sólo en el Camp Nou no mostró credenciales, encorsetado, como el resto del equipo, en un sistema timorato.

Sin embargo, el brasileño se redimió con una actuación pletórica ante el Levante, culminada con un formidable zurdazo para sellar su tercer gol en la Liga, uno más que los que logró en todo el campeonato pasado. Es un dato más que elocuente. Además, ha hecho diana de todas las formas posibles: comenzó de falta directa ante el Getafe y siguió de cabeza contra el Albacete para cerrar por el momento con el soberbio disparo que batió a Mora y provocó que la grada se entregara por completo, reverencia incluida.

Se la merecía, sin duda. Desde el primer minuto tomó la responsabilidad desde el carril izquierdo, generando el poco peligro del Zaragoza en el arranque y la desesperación de Pinillos, que tuvo que recurrir muchas veces a las faltas y que, por esos misterios insondables que rodean a los criterios arbitrales, se marchó de La Romareda sin ver una amarilla.

Rozó el gol al cuarto de hora, pero disparó demasiado flojo. Todo lo contrario que en ese misil al borde del área que sirvió para que La Romareda cayera rendida a un ídolo que finaliza contrato en el próximo mes de junio. No tiene aún tomada su decisión sobre si seguir en España --dependerá de la salud de su padre-- pero si mantiene el nivel que está exhibiendo y su cabeza le pide continuar en el equipo aragonés La Romareda tiene zurda de oro para rato.