Ni tiempo ha tenido para despedirse de sus compañeros. Ni de la afición que tanto le quería. Saviola juró ayer la Constitución española para convertirse en comunitario, cogió el avión, junto a su agente y su madre, y se fue hacia Mónaco. El delantero ha sido cedido al club del Principado, pero debe volver al Barcelona no existir ninguna opción de compra ni tampoco un derecho de tanteo.

En la hora del adiós, el Conejo decidió huir del ruido y de la polémica. Hace tres años llegó convertido en la estrella mediática de Gaspart, que lo transformó en el fichaje más caro del Bar§a (pagó 36 millones de euros al River Plate por un joven de 19 años). Se le equiparó con la réplica a Zinedine Zidane. Aunque ningún entrenador lo quiso. Ni Carles Rexach, ni Louis Van Gaal. Radomir Antic, en pocos meses, apostó por él y Frank Rijkaard lo usó porque Kluivert vivió inesperadamente el declive.

En Mónaco, en cambio, le esperan con los brazos abiertos. Deschamps, el técnico que devolvió a Morientes al fútbol, cree que puede hacer lo mismo con Saviola. Al Conejo le han pasado muchas cosas en una semana. Y no todas buenas. Ha ganado el oro olímpico, pero sin jugar la final. Ha logrado los papeles para ser comunitario, justo el día en que deja el Bar§a. Y se va del Camp Nou cuando el equipo tiene mejor pinta. "Armar polémica no sería bueno para el Bar§a ni para mí", dijo Saviola. "Quiero irme de la mejor manera posible", añadió.

LIBERADOS DE LA FICHA Y de la mejor manera se ha marchado, sin querer ahondar en las causas de su adiós. "No es el momento de echar la culpa a nadie", explicó Saviola. El Mónaco asumirá la mayor parte de su sueldo anual, fijado en tres millones de euros, y el Bar§a se libera de uno de los sueldos más altos de la plantilla. "Lo que quiero es ser feliz en el campo", proclamó Saviola ya "como exjugador del Bar§a". Mientras hablaba no podía ocultar su nostalgia. Se va sin querer irse. Se va sin saber si volverá al Camp Nou.