El Huesca, como en anteriores encuentros en casa en los que tuvo pero fortuna, calcó sus errores y sus irregulares latidos ofensivos para salvar un punto que alivia su terrible racha perdedora y de sequía anotadora, pero no que no esconde para nada sus considerables lagunas. Compitió en los últimos veinte minutos para empatar con justicia y la intermediación del VAR un encuentro que se le iba de nuevo de las manos, también como consecuencia de otro penalti concedido por la tecnología. El Girona, como antes el Rayo y al Real Sociedad, fue erosionando con paciencia a un equipo reconstruido en la portería, en defensa, en el centro del campo con Aguilera y arriba con la asociación por primera vez este curso de Chimy y el Cucho. Nada mejoró, con Melero sin balón ni protagonismo y toda la producción atacante en las botas de la furia del Chimy, sin duda el mejor con diferencia en ese fútbol pasional y desordenado que caracteriza a los oscenses en su estreno en la élite.

Leo Franco busca siempre un equilibrio que se le diluye pronto. Lo volvió a intentar con Aguilera pegado a Musto, sin conexión con los dos cuchillos sudamericanos, que fueron por libre. El equipo de Eusebio Sacristán creció sin pisar el área, por pasillos donde hay que tener y retener la pelota para enviar un mensaje claro de superioridad. Solo sufrió al final, fruto de su paso atrás con tres centrales y de una atmósfera y un espíritu bélicos de los oscenses que le incomodaron bastante. El técnico tiró del séptimo de caballería (meter toda la artillería pesada) y en esta ocasión, con Melero renacido y el Chimy asumiendo el liderazgo, le dio para evitar una nueva catástrofe.

Todo está por mejorar en el Huesca. Y mucho. Sin descartar una visita al mercado de invierno para fichar defensas. Sobre todo un par de centrales de toda la vida, con nombre propio. Quizás también un lateral zurdo. El centro del campo lo pierde con el paso de los minutos porque cada día se prueba con un patrón diferente, pero lo de la primera línea de contención es de preocupar. Pulido cumple, pero Etxeita, quien tuvo que entrar desde el banquillo tras lesionarse Akapo, no transmite seguridad y tampoco tiene salida de balón salvo para romperlo. Luego está Rubén Semedo, que juega sus partidos particulares, a su marcha, en el patio de su casa. El portugués, de una planta atlética y un salto portentoso, comenzó sumando minutos de mediocentro hasta que Leo Franco le dio todos los galones atrás, su posición. Si es que el futbolista luso sabe de verdad cuál es su puesto. Una vez más, apareció explosivo en los duelos físicos, pero la complacencia y blandura y suficiencia con la que interpreta los conceptos defensivos le desautorizan para la titularidad. Posiblemente en cualquier equipo de Primera.

Salió de zona a destiempo, cometió faltas por sobreexcitación, arriesgó en un par de ocasiones más allá de los límites de lo permisible en los espacios que ocupa. Lo más grave, cuando tuvo que emplearse con pierna de hierro, en un balón dividido que luchó con Pepe Pons, lo perdió por meter el pie muy relajado y muy lejos de cu campo de acción. Las consecuencias de esa decisión fueron el penalti que tuvo que cometer Aguilera sobre Stuani, pena máxima que pasó desapercibida para el colegiado pero no para el VAR y que pudo costar otra derrota. La avalancha final, un juego un poco más aseado y un balón caído del cielo que acabó con Moi Gómez desplazado en el área permitieron un empate merecido por empuje pasional. El rendimiento general no ofrece, sin embargo, fiabilidad suficiente para pensar ahora mismo que el Huesca pueda salvarse. Mucho menos con Semedo de central.