El Huesca juega contra todo para prolongar el sueño (ya una pesadilla) de Primera División. En muchos partidos, como ha ocurrido frente al Alavés, visiblemente enfermo en defensa. Con dos centrales o con tres. Con medioscentro de corte conservador o creativo... Con un planteamiento mucho más prudente y calculado desde que Francisco está en el banquillo. De nada le sirve. En la anterior jornada, Jorge Molina ganó la posición en el último segundo de espaldas a la portería para empatar. Esta mediodía, Rubén Semedo, un futbolista que imprime a sus acciones y gestos una sobredosis de teatro e infantilismo absurdos, ha dado un tiro en la nuca al equipo con un error de los que tumban la moral del más fuerte. El conjunto oscense cuenta con jugadores capacitados para luchar por la permanencia y con otros de mínimo nivel casos del central portugués y de un Gürler que costó millones de maravedís y no produce nada notable. Ese desequilibrio reclama un paso urgente por el taller de invierno para compensarlo con ineludibles fichajes en la retaguardia. De lo contrario, de muy poco servirá que se partan la cara a la espera de que a alguien se equivoque atrás con alevosía y nocturnidad.

Moi Gómez realizó un encuentro señorial. Fue el mejor de ambos conjuntos en Mendizorroza, donde la garra del Cucho tuvo en alerta al Alavés durante la cita matinal. El centrocampista se presentó en todos los rincones del campo como un auténtico líder, solicitando el balón para hacerlo circular y presentándose en el área para buscar el gol. Lo encontró en colaboración con el portero del equipo de Abelardo en un escenario de máxima igualdad, con un Huesca bien armado y sin complejo alguno. La lesión de Insua supuso un golpe de gracia para los azulgrana. Entró Brezancic y Akapo pasó a ocupar su posición junto a Semedo, mezcla terrible: un balón de Ibai Gómez al corazón del área superó al portugués y cogió al lateral reconvertido en las musarañas, un pelota a la que Jony acudió con decisión para igualar el marcador.

El Alavés es unos de los equipos que mejor se mueve en el barro. Principalmente porque defiende con rigor y llega puntual a sus ocasiones. No especula ni domina. Se cubre y golpea cuando su rival baja la guardia. El Huesca, en brazos de Moi Gómez, se comportó con criterio en la elaboración y un empate final en función de ese valor, hubiera premiado su buena disposición y su trabajo. Pero los oscenses tienen al enemigo en casa: ninguno de sus defensas ofrece la seguridad que pide la categoría. La escuadra de Abelardo paseaba por la orilla con caña corta y Semedo le puso una merluza en el anzuelo. El portugués recuperó un balón, salió del lugar de los hechos recreándose de su acierto y le puso el esférico a Rubén Sobrino al borde del área. Una asistencia en toda regla que el punta convirtió en el 2-1. Tragicómico. Imperdonable e inaceptable el fallo, indigno de un profesional. Impropio de alguien serio.

Este tipo de derrotas no solo duelen, sino que provocan hemorragias internas, descontento, desconfianza y otras secuelas. Francisco, el club, deberán de tomar decisiones inmediatas. La primera, devolver a Semedo a la guardería y configurar un escudo defensivo de futbolistas con más sustancia. De lo contrario regresará a Segunda de cabeza. Por la mala cabeza.