Llegó Sete Gibernau y ascendió a lo más alto del platillo volante que corona el circuito de Jerez. Miró al cielo con ojos de mago, pidió ayuda a don Paco , su abuelo celestial, que extendió sus brazos sobre la pista y mandó detenerse al agua. El cielo presentaba negros nubarrones, pero Gibernau logró que se abriera un camino, un surco, un sendero para colarse entre el mar que cayó sobre Jerez y convertirse, con otra gran exhibición sobre mojado, en la gran esperanza del motociclismo español.

Así fue como Sete Gibernau (Honda) logró su sexta victoria en el Mundial. Así fue como Sete dejó boquiabierto al mundo entero e hizo estallar la audiencia en España. Así fue como Sete empequeñeció los podios del alegre Héctor Barberá (Aprilia, 3º en 125cc) y del rubio Fonsi Nieto (Aprilia, 3º en 250cc).

LAS CONQUISTAS DE SETE Lo que Gibernau, el nieto de Paco Bultó, logró ayer en Jerez ante 124.993 ruidosos motards le convierte, por vez primera en su dilatada vida, en el más grande, en el líder del Mundial de MotoGP, la categoría reina del motociclismo mundial. Hacía exactamente 50 grandes premios que Valentino Rossi, pentacampeón del mundo, se mantenía como lider del Mundial de 500cc y MotoGP, desde que derrotó a codazos a Max Biaggi en el Gran Premio de Japón, disputado en Suzuka el 8 de abril del 2001.

Fue Sete y no otro, ni siquiera el portentoso Max Biaggi --que con su segundo puesto de ayer sumó su podio número 100; sólo Giacomo Agostini (159), Angel Nieto (139), Phil Read (121) y Mike Hailwood (121) han conquistados más cajones que él--, quien detuvo la prodigiosa racha de 23 podios consecutivos de Rossi. Fue Sete y no otro quien lideró la venganza de Honda sobre Yamaha. Fue Sete y no otro quien pintó sobre el carenado de Valentinik la inscripción: "Esto no es como empieza sino como acaba. Vas a sudar sangre para renovar tu título".

BILLETE HACIA LA GLORIA La lluviosa mañana empezó con un escandaloso 2-0 para Italia. El novato Marco Simoncelli (Aprilia), 17 años, 1,82 metros y 46 de pie, ganó en 125cc con la agilidad que lucía en sus años mozos su amigo Rossi. Minutos después, era el manitas de Roberto Rolfo (Honda) quien dejaba sin opción de victoria en dos y medio a Dani Pedrosa (Honda), que rodó por los suelos cuando era segundo.

Pero quedaba la gran fiesta y, bajo la lluvia, no hay mejores manos, ni corazón, ni cabeza, que la de Sete, que ha logrado cuatro de sus seis victorias mundialistas sobre mojado: Valencia-2001, Le Mans-2003, Assen-2003 y Jerez-2004. En cuanto se apagó el semáforo rojo, Gibernau salió volando hacia la victoria.

Mientras Sete hacia cabriolas con su Honda sobre la espejada pista andaluza, Rossi iba siendo víctima, vuelta a vuelta, de la desconfianza que aún genera en sus manos una primeriza Yamaha. Sete y Biaggi se escapaban con la misma facilidad que demostraban Marco Melandri (Yamaha), Carlos Checa (Yamaha) y Alex Barros (Honda) para superar a Rossi, aunque el penta aprovechó el bajón del catalán y la caída del italiano para terminar en cuarta posición, a casi un minuto del vencedor.

COSA DE DOS Habían transcurrido únicamente 10 vueltas de las 27 que tenía la carrera y estaba claro que sólo Sete y Supermax tenían opción a la victoria. Fueron tanteándose poco a poco mientras sobre su visera resbalaba el agua y las gotas se filtraban por su mono de cuero forrado de plástico.

"Quise ver si Max tenía dificultades en algún punto del trazado, pues yo sufría lo mío en tres sitios muy concretos", explicó Sete, que dejó que Biaggi liderase las vueltas 15 y 16. A partir de ahí, Gibernau prefirió comandar la carrera y, a tres giros del final, apretar los dientes, doblar su muñeca, aferrarse a las estriberas y rodar medio segundo más rápido que su rival. Esas décimas de ventaja le permitieron disfrutar de la última vuelta "como nunca en mi vida he disfrutado de nada".

Ni Sete ni Max, a los que Honda debería de convertir en los dos pilotos prioritarios de una marca que no puede perder el tiempo en probaturas, giraron sus cabezas. No había necesidad, eran los primeros y únicos. A sus espaldas no había carrera alguna, simplemente supervivencia, pues el tercero mejor del día, el brasileño Alex Barros, llegó a casi un minuto de ellos.

Fue una jornada para manos privilegiadas, con una sensibilidad especial. De ahí que, tras controlar sus 240 caballos durante una hora sobre la resbaladiza pista, Sete elevara la vista al cielo y le guiñara el ojo al abuelo: "Se lo habrá pasado en grande, fijo".