A la tercera puede ir la vencida con Chuli, pero su caso retrata de modo fidedigno la realidad en la que vive el Real Zaragoza. En esta ventana del mercado, el atacante ha dado otra vez el sí a fichar por el club aragonés. No es la primera ocasión en la que Chuli quiere firmar por el Zaragoza. Anteriormente, las operaciones no cristalizaron a pesar de la contundente convicción del futbolista. En este tiempo de miseria, la SAD se queda sin contratar a muchos jugadores a los que pretende contratar. Ni siquiera la voluntad, tan definitiva por costumbre, es suficiente a veces. Hace falta lo que escasea: dinero.

El estricto control económico de la Liga de Fútbol Profesional, que ha puesto sensatez forzosa en tantos lugares donde solo había impunidad financiera, imposibilita aquel endeudamiento infinito de antaño y obliga a la rigidez de gasto. Por sí misma, esta norma ya reduce el campo de acción de manera drástica y constriñe las posibilidades de contratación a un rango de jugadores, en el caso de la Segunda, sin apenas atractivo para el público. A este Zaragoza actual se le puede reprochar que haya invertido mal parte del dinero de la plantilla, como con Bagnack, Popa u otros, que se haya equivocado en algunas elecciones importantes,que no haya tenido la habilidad para encontrar piezas de talla en mercados secundarios como sí han hecho competidores suyos, la falta de estabilidad deportiva y, más allá, que no rentabilizara aciertos extremos, como Borja Bastón y Willian José, por torpeza. Al Zaragoza se le puede reprobar que con el mismo dinero que otros no haya sido capaz de ascender todavía, y hacerlo con todas las de la ley, pero no se le puede censurar porque no conculque las normas comunes, no gaste más de lo que le está permitido y porque como consecuencia de ello se vea obligado a firmar jugadores que llevan a 20 personas a sus presentaciones. O que para fichar a un Chuli tenga que ir y volver y volver. Y volver a ir.