La tecnología ha hecho que el ser humano haya llegado a la Luna, se hagan operaciones imposibles, te mensajees al instante con un amigo que está en Indonesia o hasta encuentres al amor detrás de una pantalla. De todo. Bueno, malo y peor. Huesca entera hubiera vuelto ayer, si le dan a elegir, a la época de la piedra, el fuego y las cavernas. Muerte al fútbol moderno. La modernidad, el VAR, fue maldecida ayer por Huesca entera y montó un pitote por el que El Alcoraz volvió a lamentar una victoria merecida y perdida. Una revisión aprobó un tanto que se había anulado por fuera de juego con el marcador y el juego en su favor. Al ver la bandera levantada y escucharse un silbato, quizá el de Estrada Fernández, todo un misterio, la defensa oscense paró aliviada. Paró. No lo hizo, más pillo, Boateng, cruzando un certero tiro ante un atónito Jovanovic. El colegiado Estrada Fernández negó por activa y por pasiva su intervención sonora que, anulado el tanto por su silbido, hubiera desgraciado cualquier otra intromisión, divina, humana o del vídeo, que concedió la validez de la amargura.

La frustración, ese estado que nace de la imposibilidad de abrazar los deseos que crees que mereces, estalló después de esta jugada, al acabarse el partido, con una trifulca en la que fue expulsado Chimy Ávila, y en la protesta de todo un estadio a la salida del colegiado, despedido de Huesca como nuevo enemigo público. La frustración por lo ocurrido, por no poder controlarlo, por la injusticia de haber percibido ese silbato, pero también por dejar escapar un partido en el que se remató 32 veces a portería por 5 del rival. Para un empate a dos. Para una nueva oportunidad de ganar, de achicar las diferencias por la permanencia y de anular el maleficio de un Alcoraz que sigue sin saber lo que es ganar en Primera.

Si el Huesca no ganó el partido de ayer no fue porque no lo intentó todo. Lanzamientos de todos los colores y posturas que no se rentabilizaron en la goleada que un equipo de otra talla hubiera firmado ante sus aficionados y ante un rival que acumulaba siete bajas. Pero el Huesca no tiene puntería, le falta culminar jugadas por ansiedad, inocencia o ausencia de un asesino del gol que hasta enero no llegará. Del resto, todo son buenas noticias desde la llegada de Francisco. Hay criterio, hay hambre, hay crecimiento individual y colectivo. Hay un entrenador valiente. Valiente por dejar fuera de la convocatoria a Semedo y a Longo, avisándoles de que la puerta de salida del club puede estar cerca. Y valiente por apostar por Rivera, un fichaje que nadie entendía hasta ayer, y un novedoso 4-1-4-1, que hizo de todo: de Melero, un partidazo, un gol y un marcaje al creador del Levante, huérfano de Morales y su fútbol.

Desde el primer momento el Huesca fue a por la victoria que necesita más que la vida. Se volcó hacia adelante y aprovechó las dudas del Levante sin referentes. La movilidad de los puntas le permitía aprovechar los errores de su rival. Verticalidad, cambios de orientación y presión siguen siendo la marca del Huesca de Francisco. Una primera irrupción del VAR, anulando un gol de Pulido al molestar Etxeita a Oier, avisó de que los locales querían los tres puntos sí o sí. La solidaridad colombiana, otro de los hallazgos del entrenador, fue la autora de abrir la lata. Cucho levantó la vista y vio la llegada de un Rivera omnipresente. Le puso un pase bomba para que este rematase a gol. Ahora sí. El Huesca se adelantaba. Aleluya. El 1-0 propició un vendaval de color azulgrana con Ferreiro como cuchillo por la izquierda y Galalr y Moi como secuaces. Los Dalton.

Pero perdonó y eso es una locura en Primera, algo que el Huesca no acaba de comprender pese al aviso de un larguero, una mano milagrosa de Jovanovic... A la tercera, en un fallo de marca de Pulido, un dolorido Levante empató con un gol psicológico de Roger, demasiado solo rematando de cabeza, encarando el descanso. Tibieza, novatada. Ya van demasiadas. Porque no todo fue el VAR y el árbitro.

El zarpazo no arrinconó al Huesca que siguió a lo suyo tras el intermedio, acumulando ocasiones y más ocasiones a destajo. Nada más empezar, Ferreiro mandó con rosca una falta al segundo palo desde donde se levanto goleador Etxeita. El vasco anotó por segundo partido seguido en El Alcoraz ante el júbilo global. La victoria se mascaba y no se terminó de sentenciar porque Oier tuvo su día y porque la puntería no es el fuerte de este equipo. Y la ley del fútbol es la que es. Si no sentencias, te matan.