Larry Nassar es un depredador sexual, un monstruo de 54 años que durante décadas campó a sus anchas, aprovechando su condición de médico deportivo para abusar sexualmente de decenas de niñas y mujeres, en su mayoría deportistas, hasta 140 según las denuncias presentadas. Ahora, cuando sus víctimas hablan ya con enorme dolor pero superando temores y frustraciones en público, se revela en toda su extensión el mayor escándalo de abusos sexuales del deporte estadounidense, con agresiones que han afectado a campeonas olímpicas de gimnasia como Aly Raisman, Gabby Douglas, McKayla Maroney y, Simone Biles, la pentamedallista en Río, que reveló el lunes en Twitter ser una de sus víctimas. Y ante las revelaciones Nassar solo agacha la cabeza.

Ese fue su gesto durante horas ayer, cuando en un tribunal de Lansing, en Michigan, dio comienzo la vista para sentenciarle por diez de los casos de agresión sexual de los que se declaró culpable en un acuerdo judicial (aunque las demandas eran 125). La sesión ha sido la primera de varios días, «todo el tiempo que haga falta», según decidió la jueza Rosemarie Aquilina, para que hablen las cerca de 100 víctimas que han pedido la palabra, ya sea en persona o a través de la lectura de comunicados. Y los primeros testimonios, tan impactantes y dolorosos como decididos, fueron una especie de catarsis tan personal como pública retansmitida en vivo. Esos testimonios han servido para colocar a Nassar frente al espejo y bajo los focos, reflejos y atención que retratan sin sombras al monstruo pero también han sido útiles para mostrar que hay más que víctimas: hay supervivientes. El mundo del cine tiene a Harvey Weinstein; el del deporte, a Nassar.

«Las niñas pequeñas no se quedan pequeñas para siempre. Crecen hasta ser mujeres fuertes que vuelven para destruir tu mundo», le espetó a Nassar, por ejemplo, Kyle Stephens, la primera en testificar y una de las pocas víctimas que no llegó a las garras del condenado por el deporte sino por vínculos familiares con el médico, que abusó de ella desde que tenía seis años hasta los 12.

Su testimonio fue gráfico, como los de otras muchas de las mujeres que le siguieron, hablando de penetraciones digitales vaginales, manoseos, masturbaciones que Nassar disfrazaba de tratamiento médico. Hubo numerosos relatos del severo y duradero impacto psicológico y emocional de los abusos, incluyendo el que llevó a personas como Annette Hill, una de las adultas a las que agredió Nassar, a «pensar en el suicidio».

Las estrellas olímpicas de las que abusó Nassar también elevaron sus voces contra la federación. Lo hizo Maroney. Y el lunes habló Simone Biles. «Durante mucho tiempo me he preguntado ¿fui demasiado naif? ¿Fue mi culpa? Ahora sé la respuesta a esas preguntas. No, no fue mi culpa. No, no debo llevar y no llevaré la culpa que pertenece a Larry Nassar, USAG (la federación) y otros», relató.