Pruébenlo. Sumérjanse en una piscina, un ibón si son valientes o en el mar, busquen buceando algo que atrapar y extiendan el brazo a su encuentro. Únicamente agarrarán la nada. Debajo del agua las distancias son misteriosas, se deforman tan engañosas como la fecha de caducidad de un yogur o la edad de un Peter Pan vanidoso. Tanto, que si te descuidas, uno termina sin aire ni escapatoria. Sirva la metáfora para ilustrar el momento exacto del Huesca, a nada de echarle el puño a la permanencia, a un soplido, un esfuercito más, a una victoria después de tantos pesares. A un casi que es simplemente eso, un casi, un vacío, una irrealidad que pude terminar por ahogarle si deja de nadar contra la corriente. Como ha hecho hasta aquí, aún lejos de la orilla.

Sería Getafe, antes de iniciar ningún viaje en Primera, uno de esos lugares en los que cifrarían los expertos y los inexpertos un lugar propicio para pegarse por unos puntos vitales por la permanencia. No es errónea la predicción, aunque si queda reducida a la mitad. Será esta noche (20.45, BeINLaLiga) el Huesca quien siga con todas sus suspicacias de salvación, mientras que los propietarios del feudo pegado a Villaverde Alto disfrutan de una temporada de ensueño. La distancia en la tabla definiría el partido como desigual, pero ambos contendientes están en forma.

La victoria vuelve a ser el objetivo entre ceja y ceja, alargar esa dinámica fantástica. No hay que conformarse aunque valga el empate, como sucedió en Cornellá tras rubricar el Chimy Ávila su validez con un golazo de triunfo ante el Sevilla. Tras no tomar puntos como forastero desde San Mamés, se ha enhebrado un empate y una victoria, racha a ampliar hoy.

MISMA IDEA

Este objetivo no suena a caduco si el Huesca mantiene su línea de juego, su carácter confirmado de difícil de batir y la alta rentabilidad de sus ocasiones, antípodas de lo vivido hasta hace unos meses, donde se chutaba y chutaba sin premio. La presencia de Enric Gallego ha acercado el peligro al área, activado la presión en primera línea, ganado el aire y permitido a sus acompañantes chutar con más huecos. El catalán superó las ligeras molestias y viajó ayer al centro de España.

La semana ha arrastrado los males secundarios del delirio ante el Sevilla, una mala fortuna de un gato negro que pasa bajo una escalera un martes y trece. Las lesiones de Insua y Miramón, baja mínima una semana por una microrrotura en el femoral, y la quinta amarilla de Pulido ponen en jaque la continuidad del dibujo de cinco defensas y 14 de los últimos 27 puntos.

Con tan pocos efectivos, pese a la recuperación de Akapo para completar el lateral derecho, el técnico podría verse obligado a reducir la contención y poblar el centro del campo, donde Herrera repetiría como eslabón central y se dará cabida a Musto en este rol o incrustado en el ecuador de la zaga. La pugna entre el enrachado Ávila o el titularísimo hasta ahora Cucho, de vuelta tras superar una varicela, es la otra duda previa, con el argentino con ventaja de goles.

El Getafe ha pasado de ser una maría o convertirse en un hueso. El Betis aún tiene su colmillo marcado en la yugular (1-2). Los madrileños campan en cuarta posición, en puesto Champions, a seis del Real Madrid. Inimaginable en agosto. Suman veinte de los últimos treinta puntos y resisten desde hace cinco partidos sin conocer la derrota.

Pepe Bordalás ha recuperado el pulso a los azulones, a los que ascendió, y les ha elevado al rango de revelación. El empate in extremis en El Alcoraz (1-1), con ese gol de pivote de Jorge Molina, es un buen reflejo de un proyecto que explota al máximo sus relevancias y achica sus carencias. Una férrea defensa, nacida de la presión y el sacrificio colectivo para encajar únicamente 23 tantos (tercera mejor de LaLiga), se suma a una tripleta de delanteros con mucho oficio y apellido patrio: Mata (11 goles), Jorge Molina (10) y Ángel Rodríguez (5). Derroche de oficio, piernas, ganas y confianza por los resultados acumulados. Como un Huesca que sale a flote.