El adjetivo imposible ha dejado de ser pertinente para poder calificar alguna intervención de Leo Messi. Todas las barreras, todos los récords, han caído por el camino. Las gestas más imposibles se han convertido en realidad por el talento infinito del astro, en algo cotidiano, el Maradona de cada día, como le bautizó Jorge Valdano. «Ya no sé qué decir, estoy cansado de elogiarle», contestó Ernesto Valverde, con el diccionario agotado de contemplar, asombrado y de cerca, a «un futbolista único en el mundo y en la historia».

Si ya es difícil marcar tres goles en un partido (Messi lo ha repetido 40 veces), más lo es marcar tres goles de falta en tres partidos consecutivos. Como lo ha hecho en los últimos nueve días, batiendo de tiro directo al Girona, Las Palmas y al Atlético. Nunca falta la falta de Messi, que lleva diez años transformando una cada temporada como mínimo. Lleva 33 anotadas con el Barça y 6 con Argentina.

El colmo de lo inverosímil es que no ha sido la primera vez que Messi marca tres goles de falta en tres partidos seguidos, que podrían ser cuatro o más si continúa acertando en Málaga, contra el Chelsea... Lo consiguió el año pasado también, en los tres partidos que inauguraron el 2017. Y en menos días.

En una semana firmó el gol del honor en la derrota copera de San Mamés ante el Athletic (2-1), salvó el empate en la visita liguera al Villarreal (1-1) y cerró la eliminación del Athletic (3-1). Gorka Iraizoz asumió dos goles seguidos con toda la impotencia del mundo. Messi le chutó de dos maneras distintas, desbaratando cualquier posibilidad de que el meta vasco pudiera intuir el segundo lanzamiento. El Athletic ha sido la mayor víctima del argentino con cinco goles. La primera y la última, momentáneamente, es el Atlético de Madrid. Ante Gregory Coupet, en octubre del 2008, inauguró Leo la lista de faltas directas ejecutadas.

La productividad de Messi a pelota parada va en aumento. No solo porque chute más, convertido en el principal ejecutor de esa suerte en el Barça, sino porque acierta más, gracias a una dedicación particular a una estrategia que ha salvado decenas de puntos al líder. Cuatro en la última semana, con el empate de Las Palmas y la victoria sobre el Atlético. Los dos únicos goles azulgranas.

A la magnífica puntería exhibida por Messi para colocar la bola en un lugar inalcanzable para el meta (7,32 metros mide la portería) cabe añadir una segunda dificultad indetectable: la imprevisibilidad. Los porteros no tienen ninguna referencia. Ni la barrera les salva de mucho. Messi ha exhibido tres variantes del inacabable catálogo. A Bono, el meta del Girona, lo sorprendió con un tiro raso a su derecha que salvó la barrera por debajo de los pies de los defensas. A Chichizola le dobló las manos en Las Palmas en el palo que defendía, el derecho. A Oblak le hizo volar hasta el palo izquierdo (2,44 metros tiene de altura la portería) después de que el balón trazara una parábola que salvó la barrera pese al salto de Diego Costa por impedirlo.

Messi decidió la Liga en favor del Barça y sirvió de coartada para Diego Simeone. El técnico argentino había avisado de que su compatriota es incontrolable para cualquier entrenador. «No hay estrategias que puedan controlar a Messi», expuso en la previa del gran duelo. Y luego: «Si le quitamos la camiseta a Leo y le ponemos la del Atleti, ganamos 1-0», aseguró Simeone.