Con un golazo por la escuadra y un pase milimétrico de tacón, el camisa 10 de la canarinha, Neymar, dejó claro por qué luce en su dorsal el número mágico de Pelé. La goleada por 4-0 de Brasil ante una escuálida Panamá, en el amistoso del martes en Goiania, fue una declaración de intenciones del crack del Barça, que alcanzó la cifra de 200 goles en sus cuatro años como profesional.

En un partido en el que el conjunto del seleccionador Luiz Felipe Scolari parecía aletargado y en el que incluso se escucharon pitidos en los primeros minutos, la magia de Neymar fue suficiente para tirar del equipo y firmar un esperanzador resultado que infunde moral a una semana del inicio del Mundial. Autor del gol desatascador e interviniendo directamente en otros dos tantos, especialmente con el pase a Hulk en el tercero, asumió el papel protagonista del encuentro a pesar de la dureza de los centrales panameños. Además, todo ello a pesar de reconocer que las lesiones de este año le están pasando factura. "Todavía no estoy preparado físicamente. Me falta ritmo de juego. Me cansé al final, pero aún queda tiempo para mejorar porque tenemos nueve días por delante antes del estreno", admitió tras el encuentro.

Pero si el estado del crack no es un problema, su exceso de brillo sí lo es. El hecho de que destaque tanto sobre sus compañeros ha encendido todas las alarmas en Brasil. Ya lo avanzaba el propio Scolari el pasado domingo. "No me gustó el entrenamiento, no me gustó nada. Todo equivocado. Mucha libertad, mucho contraataque", sentenció Scolari a un reportero de la cadena brasileña O Globo.