Desde que se confirmó la presencia en el playoff de ascenso tras ganar al Valladolid, se activó la pregunta de si el Real Zaragoza debería reservar a sus principales jugadores para la promoción y no correr riesgos en la última jornada, en la que se enfrenta al Barcelona B con una remota posibilidad de ser tercero en la clasificación. ¿Los futbolistas con más minutos? ¿La columna vertebral? ¿Una mezcla equilibrada para competir por una plaza que le otorgaría hipotéticas ventajas en las eliminatorias? La confluencia de la sensatez, la lógica, la prudencia y la inteligencia técnica, médica y analítica despejan cualquier tipo de interrogante: en el once del Miniestadi no debería figurar ni un solo titular. Ni uno. El encuentro, por mucha miga que se le quiera dar frente a un rival descendido, podría transcurrir por la normalidad más absoluta y desembocar, por qué no, en el triunfo, pero resultaría una imprudencia temeraria retar al destino, un intangible que juega su propio encuentro.

La carga colectiva de esfuerzos de una fatigosa recta final de campeonato, la salud intermitente de algunos profesionales, la importancia capital de otros (no solo Borja Iglesias y Cristian Álvarez) y la explosividad de un playoff que se disputa sin apenas tiempo para recuperar el aliento (cuatro partidos en diez días), descartan automáticamente una formación próxima a la tradicional. Más bien ordenan una limpia de cualquiera de los habituales. Después de cinco temporadas consecutivas en Segunda, con traumáticas campañas y una tesorería menguante, el equipo llega por segunda vez a una cita de estas características. Posiblemente no lo hace con la mejor plantilla de esta gris historia por las catacumbas del fútbol español, pero sí con un grupo, pese a sus limitaciones naturales y con sus virtudes adquiridas casi sobre la marcha, muy cualificado por su dinámica ganadora para certificar el regreso a la élite.

Arriesgar en Barcelona es un sinsentido. Natxo González, su cuerpo técnico, la secretaría técnica, la dirección deportiva y el grueso de la directiva deberían coincidir con absoluta convicción en reducir los peligros a la nada. Porque este playoff es un regalo aún sin desembalar, y dentro puede venir otro deslumbrante.