Conviene andar con cautela con este Real Zaragoza, que tan poco fiable ha sido en la primera vuelta que finalizó ayer con la victoria más solvente del curso en La Romareda, pero la impresión es que alcanza el ecuador en un momento álgido, en clara progresión y sabiendo aislarse de las dificultades y de los problemas que tiene a su alrededor. Sobre el césped, ante un Alcorcón con una defensa impropia de lo que decían sus números, el Zaragoza vivió el choque más cómodo del curso ante su gente, que también se reconcilió con el equipo, demostrando que este zaragocismo fiel se entrega a poco que se le da. Y esta vez el Zaragoza le dio, sobre todo en la primera mitad.

El caso es que la mediocridad de Segunda, su igualdad, como quedó patente otra jornada más, le ha dado la posibilidad de arribar a la mitad del curso cuarto a un punto del ascenso directo y con claras perspectivas de mejoría. El equipo aragonés, que ha ganado cinco de los últimos siete choques, por fin ofrece constantes vitales superiores a sus rivales y ante el Alcorcón aprobó la asignatura casera, vital para subir. Es su momento, ha llegado la hora de tomar rumbo a la élite, con el Hércules asomando ahora por casa. Ganar así sirvió para confirmar que lo de Gijón no fue un espejismo y esta vez La Romareda no tuvo que sufrir. Esta vez disfrutó. Por fin lo pudo hacer un partido completo.

El Zaragoza se asoció mejor en ataque, con un fútbol más fluido, sin estar reñido con el balón como tantas otras veces, aspecto donde se notan el paso adelante de Acevedo, en ese 4-1-3-2, la recuperación de Luis García y que por fin se vea a un Barkero conforme a su nivel. Por no hablar de que Montañés ofrece mucho más con esa libertad de movimientos arriba y que ante el Alcorcón estalló Roger, que fue el mejor. Marcó un gol, generó el penalti del tercero y colaboró en el primero. Henríquez y su gripe debieron tomar buena nota.

El partido arrancó con susto en un remate de Babin en una falta. El Alcorcón, con trivote en el medio y con Javito arriba, apostó por protegerse y esperar. Pero se encontró con la versión más solvente del Zaragoza, que creció desde el buen trabajo en la contención de Paglialunga, que abarcó campo como único pivote, y además la zaga rival tuvo varios cambios con respecto a la que le había llevado a ser la segunda menos goleada hasta arribar a La Romareda. A la que formó aquí, esa etiqueta le viene enorme, sobre todo a Camille.

ROGER, EXCELSO

Por si fuera poco, el gol llegó en el primer disparo. Montañés alcanzó la línea de fondo, su centro lo remataron entre Roger y Chema y Barkero mandó a la red el despeje de Dani Giménez. El tanto, antes del cuarto de hora, todavía tranquilizó más al Zaragoza, que solo notaba cierta amenaza del rival en las jugadas de estrategia y en algún error atrás, aspecto donde Álvaro volvió a destacar en negativo sin que la sobriedad que le da Arzo le haga mejorar.

Javito no aprovechó un fallo al alimón del central y de Cortés y Roger sí la mala cesión de Toño Martínez al portero después de un despeje hacia ningún lugar de Rico, el defensa zaragocista más entonado. Roger, rápido y listo, recortó al portero y marcó a puerta vacía para dejar el pleito visto para sentencia. La primera parte finalizó con una buena internada de Rico y con la grada conforme con lo ofrecido.

Salió mejor el Alcorcón en la segunda mitad, comandado por Pacheco, el futbolista más diferencial de su ataque. El extremo estuvo a punto de sorprender a Leo Franco desde lejos. Lo lograría en el tramo final, por cierto, con un golazo por la escuadra. Antes, Luis García anotó el tercero, en un penalti, con injusta roja a Babin por derribo a Roger, donde el árbitro se equivocó dos veces, porque la falta fue fuera del área, como también otra a Montañés que no señaló en la primera parte. El caso es que Pérez Pallás, que durante todo el partido pitó de forma sibilina en el reparto de faltas contra el Zaragoza, cometió el error de trazo más grueso a su favor.

Con uno más y con tres goles de renta, el equipo de Herrera bajó el nivel, un pecado a evitar, y Leo Franco tuvo que emplearse a fondo para despejar un remate de Toño Martínez. Con la entrada de Víctor, con las ovaciones para Barkero, Cortés y Montañés, aunque estos dos últimos se retiraron con molestias, con Laguardia de lateral y con la grada entonando cánticos, el himno, y recuperando la comunión con sus futbolistas transcurrió el segundo acto. Montañés, en dos ocasiones, la segunda tras una gran combinación con Víctor y Álamo, a pase de Paglialunga, merecieron el gol, que encontró Pacheco para acortar diferencias, un gran tanto que no ensombreció la solvencia que por fin ofreció este Zaragoza.