La ventana de la casa donde vive Encarna Palma está orientada al sur. La abre y ve el Pico de los Lobos, conocido como el Pilupín, una cima redondeada de poco más de 2.000 metros situada en Cotefablo. Palma vive en Linás de Broto hace 17 años. Nació en Zaragoza hace 54, pero lleva en el Pirineo desde hace 21. Es una montañesa de la gran ciudad. «Para nada me gustaría volver a Zaragoza. Yo soy mi hogar, yo soy mi lugar y aquí estoy super a gusto. Me gusta el entorno, la montaña y la tranquilidad de Linás. A mí me sirve con lo que vemos y hay que vivir el momento», afirma Palma.

Linás es un sitio de paso. Está muy cerca del Valle de Ordesa, a poco más de 1.200 metros. «Ordesa es diferente a donde vivo. Espectacular y de merecido reconocimiento. Estamos en una carretera tranquila. Los niños pueden jugar en el Llano, tomar allí el sol, hacer yoga y se pueden hacer las excursiones que se quieran», apunta.

Sus primeros años en el Pirineo aragonés los pasó en Piedrafita. donde abrió con su pareja el refugio del pueblo. Después se fueron al Sobrarbe, hasta Broto. Trabajaba más arriba, en el refugio de Góriz. «Estaba con Amador Coscolla, mi esposo y con otra pareja, Javier Olivar y Marina». Palma se dedicaba a las labores de la cocina. «Me gustaba ese trabajo, pero prefiero estar tranquila y allí había mucha faena. Góriz siempre ha sido un refugio sobresaturado. La limpieza, dar de comer y de cenar, el mantenimiento, los porteos con los caballos y al hombro... Pero son cosas del pasado. Lo pasé muy bien y no tengo morriña», reconoce.

Palma tuvo sus dos hijos cuando decidieron bajar a vivir a Torla. Allí montó con Amador una empresa de guías. Pero desde el 2001 se fueron a vivir a Linás. Nacía el albergue El Último Bucardo. «Decidimos ponerle ese nombre como homenaje a la hembra que se murió en Ordesa por esos años. Se llamaba Laña y le cayó un árbol encima. Abrimos en mayo del 2001». El albergue se asentó en el antiguo Hotel España. «Lo fundé con dos amigas, Esther y Celia. Ahora somos cuatro jefes y una curranta», indica.

El Último Bucardo es un albergue atípico. Tiene 65 plazas y está abierto todo el año. Cuenta con varias salas, una se denomina India, otra Tíbet o Himalaya. También tiene un bar, un comedor y el dormitorio. El albergue está decorado con recuerdos de las montañas de todo el mundo. «Aquí vienen montañeros, músicos, seteros, familias, corredores, senderistas... Normalmente la gente se queda cuatro días como mucho y ofrecemos un trato cordial», explica Palma.

De todos los recuerdos que tiene del albergue se queda con uno. Una foto con un perro con gafas. «Era de Salva, un currante de Góriz. Era la ilusión de su vida. Pasaba las Clavijas de Soaso, la Faja de la Pardina... Pero un día desapareció. Algo pasaría. Pero ya estaba mayor», explica Palma, que trabaja como psicóloga en Sabiñánigo para la Comarca del Alto Gállego. «No me gusta la hostelería, pero me permite vivir. Y el deporte es como la vida», indica.

Fue hace siete años cuando decidió organizar una carrera por montaña. La bautizó como El Último Bucardo. Hoy es una de las más valoradas del calendario aragonés. La prueba se celebra por el entorno del pueblo. «Lo diferente de esta carrera es el ambiente que se crea. Queremos transmitir la montaña desde el respeto, la solidaridad, la generosidad, el disfrute, la contemplación y el esfuerzo. Trabajamos buscando formas de generar el mínimo residuo y divulgar una zona en la que puede disfrutar la gente», dice.

Las carreras por montaña se han puesto de moda en toda España. A Palma no le gusta nada esta nueva filosofía que tantos adeptos tiene. «Todas las modas son algo pasajero. Estuve en el Trail Aneto-Posets y no me gustó. Creo que se ha desbordado y me gusta algo más íntimo. Cuantas más personas hay, más difícil es mantener el círculo de calidez. Esa frialdad no pasa en nuestra carrera porque somos más pequeños. Quiero mantener eso», explica.

Por la necesidad de montar la carrera, Palma decidió crear hace seis años un club de montaña. Lo llamaron El Último Bucardo. «Les dijimos a los amigos de montar un club con base en el albergue para organizar la carrera. Ahora somos 60 socios con niños incluidos». Son Palma junto a Elena Morcillo, su sobrina, las que llevan la manija del club. «Yo soy la presidenta y Elena, la tesorera. El tema más engorroso son los permisos de la Diputación Provincial», indica la zaragozana.

Con El Último Bucardo ha hecho grandes amigos. Por ejemplo Samuel. «A veces nos gusta llamar locos a los que son diferentes. Samu vive con pasión cualquier cosa y estoy enamorada de él. También los hermanos Prades, Óscar Pérez o Luis Alberto Hernando. Y Ramón Ferrer no me tiene que pedir sitio para dormir en nuestro albergue», finaliza Palma.