En la escuela de Oberhaching, en Grünwald, a las afueras de Múnich, el profesor coloca en la pared una lámina de un motor de explosión ante una clase de física y química para niños y niñas de décimo grado. «¿Quién puede explicarme cómo funciona?» Entre el silencio de los chicos y chicas de 13 años, Sophia Flörsch levanta el brazo. «Yo puedo decir cómo funciona exactamente. El automovilismo es mi vida», dice la adolescente con una sonrisa. Y eso es lo que dice también su padre, Alexander, un constructor inmobilario bávaro. «El automovilismo es su vida, así que volverá», afirma, entre temeroso y orgulloso, tras comprobar que la operación de la fractura de columna ha salido bien tras el escalofriante accidente durante el GP de Macao de F-3 que ha dado la vuelta al mundo.

Sophia es la más firme opción de ver a una mujer sentada en un monoplaza de Fórmula 1, una millennial nacida el 1 de diciembre del 2000, experta en redes sociales y enganchada a su teléfono móvil. Ha sido la primera mujer en subir al podio en F-4, una competición en la que entró en conflicto durante una carrera en Sachsenring.La alemana regresaba a boxes tras neutralizarse la carrera con una bandera roja cuando un vehículo auxiliar cruzó la pista. Flörsch rozó el accidente para evitarlo y enfurecida subió las imágenes a las redes sociales. Fue multada con 5.000 horas «por utilizar imágenes sin poseer los derechos».

La misma Sophia ha sido quien ha mantenido informado al mundo de las consecuencias de su tremendo accidente en Macao, esa ratonera donde año tras año meten sin demasiada seguridad coches de F-3, en busca de esa repercusión mediática que aún mantiene una carrera que registra en su palmarés victorias de Ayrton Senna o Michael Schumacher. «Sobreviví a la operación que duró 11 horas. El apoyo recibido me motiva y da coraje», escribía en las redes mientras agradecía otros mensajes más personales como los de Max Verstappen, el niño terrible de la F-1.

Como Max, como tantos otros, Sophia se subió a un kart a muy temprana edad, a los 3 años, fruto de la pasión de su padre por el automovilismo. Quemó etapas en el kárting hasta que con 14 compitió en el Ginetta, la antesala británica del prestigioso Campeonato de Turismos. Ganó dos carreras y llegó al podio dos veces más. «Escuchar el himno alemán desde lo más alto es adictivo», decía con solo 14 años. Sus peleas en la pista trascendieron, especialmente contra Billy Monger, que un año después perdería las dos piernas en un accidente de F-3.

«Quiero convertirme en campeona del mundo de F-1», enfatizaba en sus entrevitsas. «No soy un número para que haya mujeres en las competiciones. Creo en mi calidad». Así entró en la F-4 bajo un programa de apoyo a las mujeres de la FIA. La prestigiosa escudería Premat le hizo una oferta para repetir, pero Sophia, de acuerdo con su padre, decidió dedicar la primera parte de este 2018 a terminar el bachillerato, y fue a partir del verano cuando ingresó en la F-3 que acabó venciendo el hijo de Schumacher.