Quienes hemos visto tan solo unos minutos a Alberto Soro deberíamos de cargarnos de prudencia a la hora de enjuiciar al futbolista aragonés, pero en ese recorrido breve por la competición con el primer equipo (300 segundos en Liga), el mediapunta nos invita a ser temerarios. Las garras de otros clubes llama a su puerta y el Real Zaragoza, más pronto que tarde, tendrá que revisar y mejorar el contrato a favor del jugador. La posibilidad de que alterne los fines de semana con el filial se desvanece --si no ha sido descartada ya-- por multitud de razones, entre ellas un entorno próximo que no está por la labor.

La política de la institución y del director deportivo es que, en el envite obligado y sincero por la cantera, los chicos se tienen que ganar el puesto, demostrar que son útiles para el entrenador y después ya se hablará. No es el caso, ni será, de Soro. Está todo dicho: elevar las cantidades contractuales para beneficio de ambos, darle su lugar entre los mayores (tampoco es un niño) y mucho más peso en las alineaciones o cuando sea requerido desde el banquillo. Aún no ha empatado con nadie, cierto, aunque quienes poco sabemos de él y aquéllos que han disfrutado y hablan maravillas de su extensa trayectoria por la fábrica de la Ciudad Deportiva, coincidimos en que la apuesta completa por el zurdo sería una gran victoria de futuro. Nos nos confundamos, de presente.

Lalo Arantegui ha comentado que hay desatada una furiosa batalla por el 10, ese número que describe o más bien describía la excelencia. Es cierto. Pombo, Papunashvili, Buff y Biel pugnarán por una plaza o a lo sumo dos en el once, depende del esquema que elija el entrenador. Y Soro, claro, un mediapunta que supera en talento natural a todos, un agitador de los de verdad, con un cambio de ritmo y unas condiciones para el desborde y el último pase magníficas. No conseguirá por el momento desplazar a un Pombo en plan jerarca, en cualquier caso reunirlo más arriba a Álvaro Vázquez como la temporada anterior lo hizo con Borja Iglesias. ¿Y Marc Gual? ¡Ah!, buena pregunta. Sin embargo, el de Ejea de los Caballeros está a una distancia importante de Papu, elegante pero todavía incógnito merodeador del área, y kilométrica de Buff, a quien ya se le invitó a buscarse destino dado que su rendimiento más alto abarca un cuarto de hora en una tarde inspirada.

Alberto Soro es el 10 sin conservantes ni colorantes, una brisa fresca de aquellos viejos interiores que, apoyados en una izquierda trufada de hechizos, aparecían con cierta libertad por los partidos para engrandecer a los compañeros y despertar con asiduidad la admiración de la grada. Le hemos visto poco, pero, disculpen la osadía e incluso el arrebato, este chico es mucho.