Los errores individuales, no ser capaz de dominar su propia área, están lastrando mucho al Zaragoza en este curso. Esa colección de desastres tiene en Verdasca a un sospechoso habitual que en el estadio de Gran Canaria volvió a vivir otro episodio de las manchas que lleva el portugués en su expediente desde que aterrizó en La Romareda en el verano del 2017.

Grippo, ahora lesionado, Lasure, el ya despedido Perone, Delmás, Benito, Álex Muñoz... Todos han tenido lagunas más o menos visibles en lo que va de curso, donde el Zaragoza, con 31 goles encajados en 24 jornadas, dista mucho de ser un bloque sólido. Sin embargo, Verdasca está más señalado que el resto. O sus fallos se ven más.

El caso es que, por unas o por otras causas, al equipo le sigue costando un mundo dejar su portería a cero. Solo en el duelo ante el Oviedo se ha quedado sin encajar en los seis partidos con indiscutible mejoría de la mano de Víctor Fernández. Y en Las Palmas otra vez le tocó ser golpeado primero, lo que ha ocurrido en 16 de las 24 jornadas disputadas, una barbaridad.

Lo cierto es que el Zaragoza bien pudo irse a la lona por KO en el arranque del pleito, donde concedió todas las facilidades del mundo al rival, sobre todo en los centros laterales de falta, ya que así llegó un gol anulado a Cala —en la segunda mitad se le anuló otro similar y también en fuera de juego claro a Rubén Castro— y un gran error de Mantovani con todo a favor para marcar.

Sin embargo, en la ruleta de concesiones del Zaragoza fue Verdasca el que decidió ser más generoso que ninguno. El central portugués se durmió en un control orientado hacia dentro con todo el equipo saliendo de la cueva y Fidel le robó el balón para irse como una flecha hacia Cristian. Galarreta continuó la jugada y le dio el regalo a Rubén Castro, que no suele fallar a su cita cuando está el Zaragoza delante, y el partido ya se le puso cuesta arriba al cuarto de hora al equipo de Víctor, un consumado especialista en nadar contra corriente en el marcador.

El fallo de Verdasca recuerda mucho al que cometió ante el Elche. También en la salida de balón y que aprovechó Sory Kaba para asistir a Nino, que apuntilló el triunfo ilicitano por 2-0. También contra el Mallorca, en el primer gol del 2-2, despejó en un córner hacia su propia portería y Lago Júnior no perdonó para anotar el primer tanto. Ese fallo contra el equipo balear hizo que a Alcaraz se le agotara la paciencia y lo dejara en el banquillo al descanso para tener después ración de ostracismo.

El caso es que esos pecados, sean de juventud o de falta de calidad, están lastrando a Verdasca para que no se consolide en el once. Ni lo logró del todo el curso pasado, ni en el actual lo ha conseguido. Y ahora tiene la clara amenaza de Dorado, al que ayer invitó a Víctor a poner de titular en Lugo porque Guitián, que tampoco estuvo bien, es indiscutible. Ya el curso pasado Verdasca acumuló fallos, sobre todo en el inicio, ante el Córdoba, el Alcorcón o el Sevilla Atlético, por no hablar de su absurda roja contra el Cádiz.

Terminó la temporada pasada sin convencer de forma absoluta a Natxo González y en la actual empezó como pivote de emergencia para Imanol Idiakez, logrando goles de estrategia, ante el Oviedo o el Osasuna, porque el portugués sí supone una aportación clara en esa faceta, lo mismo que ofrece siempre carácter en la zaga, pero le penalizan sus errores, una faltas de concentración que, a sus 22 años, tiene que empezar a dejar atrás, porque la coartada de la inexperiencia y del proceso de maduración ya ha dejado de servir.

Con contrato hasta el 2020, Verdasca fue una apuesta importante del club por un central con proyección que ha dejado por ahora más sombras que luces. En el estadio de Gran Canaria, donde mejoró en la segunda mitad, volvió a ofrecer un lado oscuro que de momento le condena en demasía.