Esta Segunda División ya ha dado sobradas señales de una igualdad cuyo principal nutriente es la vulgaridad, posiblemente la mayor de la historia de esta categoría. La distancia entre el primero y el último, 15 puntos, refleja a la perfección que no hay un solo equipo capaz de afrontar un partido como favorito, que cualquiera puede imponerse a cualquiera, que la congoja y el sufrimiento acompañan a cada club se mida con un rival de arriba o de abajo. Que el empate se observa en muchos casos como un triunfo que celebrar.

Después de 22 jornadas, el pelotón al completo sigue agrupado (el Sporting, líder, solo ha ganado tres partidos más que el RM Castilla, colista). Nada es seguro en esta competición esquizofrénica. Nada salvo que en el ajedrez de los entrenadores, la ausencia de una sola pieza de cierto valor puede suponer la mayor de las catástrofes. El Real Zaragoza ha sido uno de los más claros exponentes de que es un equipo en la salud y otro en la enfermedad, que un ligero resfriado puede enviarle a la UCI y que un placebo le devuelve a la vida. En cuanto su enfermería se ha quedado sin pacientes con algo de notoriedad, su juego ha adquirido un color alegre donde antes había una palidez mortuoria.

La mayoría de los jugadores de Paco Herrera, por diferentes dolencias, han faltado alguna vez en la primera vuelta. O han intervenido en el juego muy por debajo de sus prestaciones. El entrenador ha hecho encaje de bolillos y trivotes defensivos varios, con y sin éxito, para que los daños fueran los menores posibles. Sin embargo, solo el alineamiento de sus hombres de mayor confianza y experiencia han elevado la competitividad del grupo a su máxima expresión.

Como no hay un euro en las arcas y el fichaje de Arzo será el único refuerzo en el mercado invernal, el Real Zaragoza va a frontar el resto de los kilómetros de esta insufrible etapa con tres gregarios menos de los que tuvo hasta cruzar el ecuador, Movilla, José Mari y Paredes. Va con lo justo, por lo que su candidatura al ascenso dependerá de que Herrera no pierda a corto y mucho menos largo plazo a ninguno de sus favoritos, que ascienden a 16 con alguna intervención aislada o puntual de los reservas.

La Segunda premiará con los dos primeros puestos, los que dan derecho a subir a Primera de forma directa, no a los mejores, a los que es casi imposible distinguir, sino a los más fuertes, a aquellos que sean menos castigados por el destino. Las Palmas, por poner un ejemplo, se descompuso sin Apoño, que trota más que corre por el campo. Con el exzaragocista de vuelta, se ha metido entre los principales. El único que no ha faltado a una cita en el Real Zaragoza ha sido Leo Franco, precisamente su mejor hombre. ¿Cómo afectaría una lesión del argentino al conjunto aragonés? Los días sin Montañés responden a esa pregunta.