Es injusto que una mujer occidental pueda venir a Arabia Saudí para practicar deporte mientras no les está permitido a las mujeres locales. Sarah Al-Yahia vive exiliada en Europa desde que su seguridad se vio comprometida por su activismo a favor de los derechos de las mujeres saudíes. Esta semana se ha celebrado la Supercopa de España en su país, una competición internacional que busca blanquear la teocracia del Golfo.

La situación de las mujeres saudíes es bastante lejana de la que nos están vendiendo las autoridades saudíes y la federación española, explica Carlos de las Heras, portavoz de Amnistía Internacional para el país árabe. Si bien es cierto que ha habido avances en el último año y medio, la realidad es que los derechos de las mujeres no existen en Arabia Saudí.

El estreno olímpico de dos atletas

Hace apenas ocho años, en Londres 2012, dos deportistas saudíes se estrenaron en una cita olímpica. En Río 2016, fueron cuatro. El nombramiento de la princesa Rima bint Bander bin Sultan en octubre del 2017 como presidenta de la Federación de Deportes Comunitarios, mujer pionera en el cargo, supuso un tímido punto de inflexión. Desde su llegada a lo más alto de una institución dirigida a hombres y mujeres, ha habido progresos palpables: hay equipos de fútbol y de baloncesto para las jóvenes, afirma Minky Worden, la directora de Iniciativas Globales de Human Rights Watch.

El ambicioso programa del príncipe heredero Mohamed bin Salmán, Vision 2030, promueve un estilo de vida más activo entre la población saudí. Por ello, en el 2017 se permitió, por primera vez, las prácticas deportivas en las escuelas de niñas tanto públicas como privadas. Está habiendo cambios pero muy lentamente porque no existe infraestructura ni voluntad de invertir para ampliar la participación de las mujeres saudíes en el deporte, añade Worden. En un país que separa a sus mujeres en los restaurantes, las calles, los estadios, las cafeterías, las universidades, la lucha para hacerles más accesible el deporte es secundaria.

Sistema opresor

Hay que ir más allá: primero son la familia y la sociedad quienes oprimen a sus mujeres, aunque es el sistema, de la mano de la religión, que ampara a ambas, reivindica la activista feminista saharaui, Násara Iahdih Said. En Arabia Saudí sigue imperando un régimen de tutelaje sobre sus féminas por el cual los hombres de su familia, ya sea su marido, su padre o, incluso, sus hermanos menores, tienen la última palabra a la hora de decidir si ella puede casarse, trabajar o entrar a un estadio de fútbol. El hecho de que durante cuatro días las mujeres saudíes puedan disfrutar de los partidos en igualdad de condiciones no va a cambiar nada, porque solo accederán aquellas de clase más alta o que tienen una buena relación con su guardián, critica Al-Yahia.

Son estas mujeres quienes desde el 2017, se pueden permitir hacer ejercicio en uno de los recién inaugurados gimnasios exclusivos para féminas. Así se intentó resolver el problema de la obesidad en las saudíes con un 44% de la población femenina que la sufre frente a un 26% de la masculina, cifras de un estudio del 2015 que revelaba que el 73,7% de las mujeres saudíes eran físicamente inactivas. Pero la realidad del deporte profesional es otra. Pese a los cambios en la ley, no hay infraestructuras porque las mujeres que quieren competir se topan con la falta de entrenadoras o facilidades y deben abandonar el país, critica Worden. Al fin y al cabo, solo unas pocas se pueden permitir salir.

El amparo de la religión

A través de una interpretación de la religión muy radical como es el wahabismo imperante en Arabia Saudí, las autoridades legitimadas por los discursos de los líderes religiosos justifican la marginación y relegación de su población femenina al ámbito privado. En una sociedad donde las mujeres pertenecen a la familia es casi imposible que una mujer haga deporte, porque con el ejercicio el cuerpo se insinúa, se mueve y el cuerpo de las mujeres es pecaminoso, ironiza la activista Mimunt Hamido Yahia. El coordinador de la revista MSur, Ilya U. Topper, lo denuncia: llevar a los mujeres a competiciones internacionales implica que sean vistas por hombres, algo no permitido en una sociedad que las quiere tapadas, segregadas.

Su ausencia en el mundo deportivo es otra práctica discriminatoria más que busca recordar a las mujeres saudíes que ese no es su lugar para anular su personalidad, insiste Iahdih Said. El anuncio de la celebración de un torneo femenino de golf, el Lady European Tour, el próximo marzo levantó ampollas entre las activistas por los derechos de la mujer fuera y dentro de Arabia Saudí. Nos están advirtiendo que las mujeres saudíes están solas; antes que sus vidas, van el dinero, el deporte y el petróleo, critica la activista saharaui.

Más allá de las imágenes supuestamente históricas de mujeres y hombres juntos en las gradas durante esta Supercopa, hay un murmullo de fondo que ensucia esta fiesta del fútbol en pleno desierto. Mientras siga habiendo activistas feministas entre rejas, afirma el representante de Amnistía Internacional, esta no va a ser la Supercopa de la igualdad.

Hasta el 2018 no podían acceder a los estadios; eso sí, segregadas. Pese a los tímidos avances en el deporte femenino, el régimen de MBS tiene intenciones, más bien, cosméticas. Worden, partidaria de que el deporte haga avanzar los derechos humanos, es realista: siempre habrá la sombra de la represión a las activistas saudíes por los derechos de las mujeres.