La Supercopa de España ha abierto una crisis de confianza en el entrenador en el FC Barcelona. ¿Qué mejor forma de validar el nuevo formato del torneo concebido por Luis Rubiales? Ya no es irrelevante. Tiene trascendencia.

El presidente de la Federación Española de Fútbol sonreía en abundancia el viernes en Yeda, la gris ciudad saudí bañada por el mar Rojo, en un acto de traje y lentejuelas con el embajador y una representación de la treintena de empresarios españoles instalados en el país ultraconservador.

Exteriorizaba Rubiales su buscada sensación de que la nueva Supercopa va calando tras un tiempo de elevada crítica. A falta de ver la final de este domingo, los partidos han resultado excitantes. Los números del negocio, por supuesto, son boyantes. Y cree que el interés general por la competición ha aumentado.

Encima, se tambalea el entrenador de un club grande tras un mal resultado en Yeda, situación que avalaría la tesis de Rubiales. Antes la Supercopa no interesaba a nadie. En cambio, ahora, puede hasta provocar una decapitación en un banquillo. En concreto de uno que había dicho que la nueva fórmula no es de su agrado. Coincidencia mordaz.

LAS CIFRAS DE TELEVISIÓN

“Hemos relanzado la competición. Ha despertado pasiones, no solo en España, sino en todo el mundo”, dijo el máximo dirigente ante su engalonada audiencia. Puso como ejemplo las cifras de televisión. “Antes la Supercopa generaba 2,4 millones de euros en derechos de televisión. Ahora estamos en 11 millones”.

Y es que la estructura económica nunca ha estado en cuestión. Con un acuerdo de llevar la competición a Arabia Saudí durante este y dos años más a razón de 40 millones por edición, las cifras resultan incuestionables. La mitad va más o menos para los clubs y el resto, según recalca Rubiales, para la Federación y sus planes de ayuda al fútbol modesto.

Las críticas han llegado por la exportación, privando a los aficionados propios de ver a sus equipos, y por el plano ético, dada la complicidad que implica el acuerdo con una monarquía absolutista con un aterrador listado de conculcación de derechos humanos. Rubiales ha parecido en demasiadas ocasiones que necesitaba lavarse la conciencia aportando que la Federación ayudará a desarrollar el fútbol, el masculino y el femenino. Pero ante cualquier micrófono ha negado cinismo alguno. Las condiciones económicas son ciertamente muy buenas, ha admitido, pero a la vez se quiere ayudar de verdad, ha recalcado.

Rubiales, en un acto en Yeda junto al embajador de España en Arabia Saudí, el viernes. /EFE

“Queremos ser socios de Vision 2030, el programa que quiere transformar este país en la próxima década. Es un mundo imperfecto y la sociedad saudí tiene que cambiar. El fútbol no lo puede arreglar todo, pero puede ayudar a que la sociedad avance. Las costumbres de cada país son las costumbres. Pero aquí hemos visto imágenes inéditas de mujeres en el estadio, con la cara tapada y sin tapar. Creo sinceramente que hay un antes y un después de la Supercopa en Arabia Saudí”, dijo el mandatario.

La ayuda incluye asesoramiento en el desarrollo de la primera liga de fútbol femenino. No hay establecido fecha de inicio. Todo está en fase embrionaria. La estructura social no lo pondrá fácil. Hay escepticismo ante esta parte del trato, sobre todo porque el deporte femenino apenas existe en este país ciertamente en movimiento, con capas internas, en particular las más jóvenes, que tratan de deshacerse de las lentes wahabistas para mirar la vida. Quedan dos años para pavimentar algo.

DESGASTE POR LAS CRÍTICAS

Es verdad que el estadio King Abdullah de Yeda ha adquirido un tono de pluralidad insólito. Con una capacidad para 62.000 espectadores, unos 40.000 vieron el Madrid-Valencia y casi 60.000 siguieron el Barça-Atlético. ¿Mujeres? Las había, y mezcladas con el resto del público. ¿Muchas? Tampoco. ¿Podrán volver cuando se desmonte la carpa del circo? Quién sabe. Dicen que sí.

De momento, Rubiales, que ha admitido el desgaste de las críticas, se siente reforzado en una apuesta que parte de la idea de que los clubs pedían un cambio de formato ya que el anterior, en verano, suponía un estorbo. Lo era, asegura, para los jugadores y para los aficionados. Para los clubs, el negocio también cuadra. El Madrid, si gana, puede acabar embolsándose 9,6 millones. El Atlético, 6,8 millones. Los mismos que ya tiene el Barça pese a caer eliminado en semifinales gracias a un baremo basado en el palmarés histórico.