Con 3 años correteaba por el estadio de la Gramanet, donde jugaba su padre, con 7 ya corregía la colocación de sus compañeros de equipo y a los 16, el precoz Tarsi Aguado (Murchante, 1994) era incluso entrenador. Aunque los campos de fútbol están llenos de niños pequeños que corren de aquí para allá, haciendo el caos, exaltados por sus primeros pasos en el deporte, hay algunos, con un sentido táctico innato, que ya en su primera década entienden el juego.

"No era el más desequilibrante en ese momento, pero con esa edad ya tenía la capacidad para organizar al equipo, dentro y fuera del campo, a pesar de que siempre ha sido un chaval introvertido. Nunca he visto una cosa igual", relata Isaac Guerrero, el primer entrenador de Tarsi en los benjamines de la Gramanet.

Quizá contribuyeran a esa precocidad táctica los orígenes del pequeño mediocentro, que no solo era hijo de futbolista, sino hijo del gran capitán de la Gramanet. "Cuando tenía dos o tres años me lo llevaba a los entrenamientos, sobre todo los lunes. Como jugábamos los domingos, los lunes hacíamos futvoley y él siempre estaba por allí jugando", recuerda Tarsi Aguado, su padre y exfutbolista profesional.

EL PASO AL ESPANYOL "Empezamos la pretemporada con 24 chavales y teníamos que hacer dos equipos. Para mí era innegociable tener a Tarsi. Me da vértigo decir esto de un chico de siete años, pero era nuestra prolongación en el campo. Incluso recordaba a los compañeros lo que tenían que hacer. Y eso que era el único que todavía no sabía quiénes eran los Reyes Magos", bromea Guerrero. Quizá aún ingenuo en casa, pero no en el césped, Tarsi fichó por el Espanyol, que buscaba un cuatro que liderara su cantera y encontró al pequeño mediocentro de la Gramanet, que, por aquel entonces, era probablemente la tercera mejor cantera de Cataluña. Pero, claro, el Espanyol era otra cosa y pronto el jefecito mandaba de blanco y azul y jugaba en dos de los torneos más prestigiosos del fútbol base, Brunete y Maspalomas. Durante sus tres primeros años, además, su equipo ganó la Liga por delante del Barça. "Jugó todos los minutos en alevines y el primer año de infantiles, pero luego llegó otro entrenador y no contó con él, porque era pequeñito", relata su padre. Decepcionado, en cadete Tarsi dejó la cantera del Espanyol y volvió a su casa, la Gramanet. "Hay que entender que este tipo de jugadores no tienen término medio. O te gustan o no te gustan. Físicamente no era dominante, con lo que no te daba un rendimiento a corto plazo, pero el potencial lo tenía a medio y largo plazo", explica Guerrero.

Aunque quizá a la postre fuera mejor para él, Tarsi no pasó una buena época. "Al principio estaba decepcionado. Llegó al cadete de la Grama y parecía que iba a jugar porque venía del Espanyol, pero eso no es así; no jugaba. Hay muchos niños que dejan el fútbol así, porque es un trauma salir de clubs como el Espanyol. Yo le dije: 'Tarsi, no eres nadie, tienes que seguir trabajando'", comenta su padre.

REACCIÓN Y lo hizo. Se rehizo, olvidó la decepción y, con la ayuda de sus técnicos, comenzó a pulir sus errores. "Jugábamos desde atrás y él tenía la obligación de ir a buscar el balón al portero, entre los centrales, porque si no él se quedaba a un lado, esperando a ver cómo iba el juego. Si fallaba, le obligaba a que volviera a intentarlo. Y otra vez y otra vez y otra vez. Tenía que dejar de estar cohibido en el tema mental y quitarse la presión", dice Hugo Murillo, su entrenador en el cadete de la Gramanet. Conservaba el sentido táctico, pero quizá había perdido la confianza y, con ella, la capacidad de mando. Pero se impuso y recuperó su nivel, lo que le valió para dar el salto en juveniles al Badalona, que estaba en División de Honor.

"Era un jugador adelantado a su edad por su inteligencia; muy correcto técnicamente y entonces mejoró la intensidad, porque era un chico que jugaba muy bien, pero al que le faltaba intensidad defensiva. Acabó haciendo un año tremendo y yendo algún partido con el equipo de Segunda B", rememora Manolo González, su técnico en juveniles en el Badalona. "Jugaba muy fácil. Yo lo único que le exigía un poco a veces es que llegara más a portería, porque por ser tácticamente tan bueno, no llegaba demasiado arriba y tenía que hacerlo. Por calidad puede jugar de medio campo para arriba sin problema", dice González. "Si lo pones por detrás del punta, en corto juega muchísimo mejor", confirma Murillo. Pasaron los años, pero Tarsi siguió viendo el fútbol como si fuera un entrenador. "Recuerdo un partido en Huesca. Íbamos ganando 0-1 y ellos hicieron un cambio; pusieron dos delanteros, cada uno con uno de nuestros centrales. Antes de que me diera tiempo a hacer el cambio, Tarsi viene y me dice: 'míster, me pongo por delante de la defensa'", expresa González.

EN EL MONTECARLO Y es que, ya desde la adolescencia, Tarsi siempre ha entrenadoo a algún equipo. Ahora, al salir del trabajo --o cuando este lo permite--, en vez de desconectar, Tarsi se quita las botas y coge la pizarra para ayudar al míster del cadete del Montecarlo. "Él es futbolero. Ojalá llegue, pero si no lo hace, será entrenador o coordinador de fútbol base", confirma su padre. En la Gramanet ya colaboraba con el equipo de su hermano Álex, un prometedor central, y lo mismo hizo en el Badalona. "Se lo toma en serio. Hay jugadores que juegan porque son buenos y hay otros que juegan porque quieren ser jugadores de fútbol. Y este siempre ha querido serlo", dice González.

Como prueba, todos los días de partido, sea este a las 12.00 o a las 21.00, Tarsi se levanta a las ocho de la mañana; manías de futbolista, dice su padre. "Era muy humilde y buen chaval. No daba un problema. Llega, entrena y no dice nada. Es muy reservado, aunque se puede hablar con él de todo lo que quieras", aduce Murillo. "Otros no te escuchan, pero este sí. Quiere ser jugador, así que es fácil corregirle", dice González.

Ya hace tiempo, cuando Tarsi hizo su primera pretemporada con el Zaragoza por los pueblos de Aragón, los aficionados pedían autógrafos a unos jugadores, a otros, e incluso hubo quien le pidió una firma a aquel joven rubio, que no pensaba que nadie le conociera. "No, no,", dijo, humilde, "si yo soy del filial". Aunque hace ya un tiempo que dejó de serlo.