Con una no pasa nada. Con dos, tampoco. Pero tres son ya demasiadas. El CAI Zaragoza cerró ayer una etapa de quince días críticos en los que ha recuperado del baúl de los recuerdos todas las dudas y temores que la magnífica racha de doce triunfos consecutivos y el título de Copa se habían encargado de mandar al garete. La euforia ha desaparecido. No queda ni rastro de ella. El equipo que ahora maldirige Alfred Julbe ha perdido de forma consecutiva contra el Plasencia, el Bilbao y el Menorca, sus tres compañeros de viaje en los vagones de preferencia de la Liga. Ayer, el CAI recuperó la Otisdependencia , la fórmula con la que jugó el playout la temporada pasada. Fue otro ejercicio de impotencia y de ofuscación colectiva. No hay ideas, ni capacidad de sorpresa, sólo un temporal de mal juego. A final de febrero, con Lescano en tejanos y sin tercer pívot, la ACB queda todavía lejos.

Quien haya visto jugar al CAI entre mediados de noviembre y principios de febrero no lo reconocerá. Aquel huracán de baloncesto que dejaba víctimas a su paso ha perdido fuerza hasta convertirse en una suave e inofensiva brisa. La confianza se ha transformado en desconfianza, la serenidad en precipitación, la claridad en confusión y el acierto en desatino. Nada funciona. Todo falla. Tras la paliza de Bilbao, el CAI se llevó ayer otra bofetada. Sin el Bicho , Julbe utilizó la táctica de los Picapiedra: balones a Otis. Hill estuvo soberbio en ataque (28 puntos), pero detrás de su extraordinaria actuación y de la de Earl, se abrió un profundo precipicio, que Alberto Miguel se encargó de hacer insalvable con dos triples a dos minutos para la conclusión (de 64-68 se pasó a 64-74).

SIN CREATIVIDAD La prolongada ausencia de Lescano, con la consiguiente merma creativa en el equipo, ha descubierto por dónde chirría la máquina que Julbe, con buen criterio, ha construido para ascender. Todas las piezas juntas, sumando su rendimiento, conforman un equipo bien ensamblado, atractivo y temible. Si esa máquina pierde una de sus dos piezas imprescindibles (Lescano y Otis), su rendimiento cae bruscamente y un equipo inaccesible y ganador se transforma en miedoso y batible sin mucha dificultad.

El partido de ayer fue otro ejemplo más y reveló que para que el sueño de la Liga ACB no termine en pesadilla será necesario el mejor Lescano, por lo que hace y provoca que los demás hagan, además de un pívot contundente y agresivo, que revitalice partidos somnolientos y sin tensión como el de ayer.

También será necesario que el juego exterior no se derrumbe estrepitosamente (1 de 11, 9% de tres) y que el mejor Alfred Julbe regrese cuanto antes para darle equilibrio a un equipo desequilibrado. Contra el Menorca, el técnico catalán perdió de nuevo los nervios (recibió otra técnica) y protagonizó una dirección confusa y distraída, en la que sobresalió la condena a Sabaté al banquillo durante toda la segunda parte cuando había ofrecido un nivel muy alto en la primera, dando inusuales alternativas en ataque y dejando a Alberto Miguel, el verdugo final y autor de 25 puntos, en sólo ocho.