Despedida europea en el Calderón con el mismo sabor amargo que en todo su recorrido por la máxima competición continental. El próximo capítulo se escribirá en La Peineta, en el Wanda Metropolitano, el nombre del nuevo campo del Atlético. Y tendrá que ser ahí donde llegue un premio que persigue un equipo que se vuelve a topar con su bestia negra, su vecino de la capital que volvió a interponerse en su cita con la gloria. El Madrid jugará su decimoquinta final, la tercera en los últimos cuatro años en lo que será la repetición de la de 1998 frente a la Juventus.

Ni Ramos de cabeza, ni penaltis ni prórroga. Esta vez el impacto se diseñó en el Bernabéu y se certificó en un Calderón que creyó en la remontada. También los jugadores. «Desde el principio pensamos que era posible. Lo mínimo que podíamos hacer era dejarnos todo en el campo», decía Gabi, que describió la jugada de Benzema en el tanto del Madrid como «mágica». Marcelo coincidía con Gabi. «Se había hecho un gran trabajo y Karim nos ha ayudado con esa magia que tiene», dijo.

La pusieron también los jugadores del Atlético a los que Simeone pedía tranquilidad para frenar esa ansiedad. «Sí se puede» gritaba el Calderón justo antes de que Griezmann marcara el segundo tanto de su equipo. Parecía que el equipo rojiblanco se iba a graduar en remontadas, pero la única graduación fue la de Zidane, que vivirá su segunda final consecutiva como técnico del Madrid. «El mérito es de los jugadores. Pasamos dificultades durante 20 o 25 minutos, pero la segunda parte fue mucho mejor», afirmó el entrenador del equipo blanco, que no olvidó la jugada de Karim. «No sé cómo ha podido salir de ahí», declaraba Zizou.

Lo que sí dejó claro la afición del Atlético fue su respuesta a lo que entendía como una clara provocación de buena parte de los seguidores del Madrid. Aquel «decidme qué se siente» del fondo sur del Bernabéu fue contestado con una frase por la parroquia atlética: «Orgullosos de no ser como vosotros», rezaba la pancarta en el Calderón.