La nadadora paralímpica Teresa Perales, con 22 medallas en los Juegos Paralímpicos en su palmarés, ha afirmado que quedarse en una silla de ruedas no ha sido lo que más le "cambió" la vida sino que fue la temprana muerte de su padre cuando ella tenía 15 años, asume su minusvalía con normalidad y ha asegurado que no cambiaría sus experiencias "por nada del mundo".

Teresa Perales será la primera deportista paralímpica en unirse este viernes 2 de noviembre al reducido grupo que tendrá la Gran Cruz al Mérito Deportivo, la más alta distinción para un deportista en España, después de que sea aprobada por el Gobierno en la reunión del Consejo de Ministros.

En una entrevista que publica 'Mundo Cristiano' en su número de noviembre que recoge Europa Press, Teresa Perales, exdiputada de las Cortes de Aragón y abanderada de la delegación española en Londres 2012, ha dicho que antes de contraer una tuberculosis, a los 19 años, que acabó postrándola en la silla, era "bastante parecida" a como es en la actualidad.

"La silla no es lo que me ha cambiado la vida. Perdí a mi padre con 15 años y eso no tiene solución. Un día lo ves y al siguiente ya no está. Y no puedes hacer nada para cambiarlo. Pero la silla no me ha impedido hacer las cosas que he querido. Tampoco le he dejado y, de alguna forma, se ha convertido en mi compañera de viaje. Sin la silla no habría sido capaz de salir a la calle, de vivir las experiencias que he podido vivir y de disfrutar", ha comentado.

Perales se fue con una amiga a celebrar la Recopa del Zaragoza --contra el Arsenal, en mayo de 1995--, la de aquel gol desde el centro del campo de Nayim, y al regresar a casa le dijo: 'Me molestan los pies, me están doliendo un montón'. "Ese fue el inicio de la enfermedad. A partir de ahí cada vez me costaba más caminar hasta que me quedé en la silla", ha recordado.

"Odiaba nadar"

Practicó el kárate de niña, siempre hizo deporte, pero nunca destacó en ninguno y nadar no le gustaba. "La primera vez que me metí en la piscina usé chaleco salvavidas. De pequeña, mis padres me llevaron a aprender y siempre decía que me dolía la cabeza o la tripa. Odiaba nadar. Me parecía que era mucho esfuerzo y que era antinatural. Porque tienes que controlar la respiración y coordinar demasiados elementos", ha señalado.

En cambio, al quedarse en la silla el agua se convirtió en un medio amigo para Perales, porque miraba a la gente a la misma altura y se podía mover con soltura. "Y eso me gustaba. La primera vez que me vio mi entrenador, Ramiro Duce, me dijo: 'Teresa, tú eres un diamante en bruto que tenemos que pulir'. En aquel momento, no me lo creí, pero luego le hice caso y ¡tenía razón!", ha evocado.

La primera vez que nadó en la piscina de su club de Zaragoza la bajaron con una silla hidráulica, se lanzó al agua y su entrenador le dijo 'Teresa, tú sabes nadar, vente al equipo'. "Yo dije: 'Esto no es para toda la vida, me voy a poner de pie' Pero, en cosa de días, me mentalicé de que, quizá, no sería así", ha admitido.

Al principio, Perales pensó que volvería a recuperar la movilidad de sus piernas. "Todo el mundo piensa que puede volver a andar. No te planteas que lo que te ha sucedido sea para siempre. El deporte me ha ayudado muchísimo a quitarle hierro al asunto. Tenía a compañeros que estaban mejor o peor que yo, pero, sobre todo, que no daban ninguna importancia a la discapacidad. Y entonces, dejé de dársela yo", ha indicado.

"¿Por qué no voy a sonreir?"

La exdiputada aragonesa ha mencionado que, pese a la discapacidad, no ve motivos para "no sonreír" en la vida. "Siempre digo que llevo la silla pegada en el trasero y no en la cabeza. ¿Por qué no voy a sonreír si tengo todo lo que necesito y todo lo que quiero? Si tengo un hijo maravilloso que no cambiaría por nada del mundo. Ya solo con eso sería la mujer más feliz del mundo. Pero es que, además, tengo un marido al que adoro con toda mi alma y un entorno muy feliz".

Al contrario que otros, que reaccionan mal e incluso responsabilizan a Dios de su desgracia, no busca 'culpables' de su situación. "¿Dios? Dios no tiene la culpa de nada. Soy creyente. Y siempre pienso que las cosas pasan por algo. Si no hubiera estado en silla, a lo mejor no habría conocido a mi marido. Y seguro que no habría tenido a mi hijo ni conocido a gente maravillosa de la que he aprendido tantas cosas. Y eso, no lo cambiaría por nada del mundo. Al contrario, tengo que estar muy agradecida".

Además, ha confesado que entró en política por "vocación de servicio" y ahora invita a la gente a ingresar en este mundo porque, según ella, "es la única forma de cambiar el sistema".

"Los movimientos sociales son geniales, pero, si no entras en la política, no puedes cambiar las cosas. No todos los políticos son iguales. Hay gente que trabaja mucho y muy bien, pero no son los que salen en los papeles. De momento, es una etapa del libro que he cerrado, pero no sé si dentro de mucho tiempo volveré a escribir algo en él", ha apuntado.

Es consciente de que el deporte es su presente, no su futuro, y que si se lesiona se queda sin beca del ADO paralímpico (ADOP), así como espera que una utopía como el Sistema de Dependencia el día de mañana sea algo "normal".

Cuando abandone el deporte, llenará los días como conferenciante en charlas de 'coaching deportivo' y sobre las comparaciones con el nadador estadounidense Michael Phelps, que también ha ganado 22 medallas pero en los Juegos Olímpicos, ha dicho que "la verdad es que me gusta que sirva de excusa para poner a la misma altura las medallas olímpicas y las paralímpicas".