Francia ya tiene con quién soñar. En una larga avenida de Mâcon los equipos del Tour aparcaron los autocares. Como es habitual costó Dios y ayuda que los corredores salieran de los vehículos. Y allí estaban decenas y decenas de aficionados reunidos alrededor del autocar del Groupama, el equipo de Thibaut Pinot. Enfermo y con dudas Romain Bardet, Pinot ya es el escogido. Pinot ya se ha cargado a las espaldas la responsabilidad de ganar la ronda francesa 34 años después de que un compatriota suyo, Bernard Hinault, entrase triunfal y de amarillo en los Campos Elíseos.

Animado por miles de aficionados en el único fin de semana en que toda Francia se acuesta de madrugada y las carreteras se colapsan hasta lo inimaginable -hoy es 14 de julio, la Fiesta Nacional- Pinot saltó al escenario del Tour sabedor, como todos, de que Julian Alaphilippe quería recuperar el jersey amarillo que Giulio Ciccone le había birlado en la Planche des Belles Filles. Como si se tratase de un libro abierto el ataque estaba anunciado en la asfixiante pero corta cota de Jaillère, apenas a 12 kilómetros de Saint Étienne. Todos, absolutamente todos, lo sabían pero solo Pinot fue capaz de aguantar el ritmo de la bici de Alaphilippe convertida en un misil de largo alcance.

¿No quisieron? Falso. No pudieron. Porque no es cuestión de regalar tiempo a Pinot, tercero en la edición del 2014 y ganador el año pasado de las etapas de los Lagos y La Rabassa en la Vuelta. Pinot, nervioso, es de los que no se esconde, de los que da la cara e, incluso, de los que puede perderse con un esfuerzo tal vez innecesario y tácticamente discutible. Pero benditos sean los corredores ofensivos porque de ellos será el reino del ciclismo.

Solo Geraint Thomas estaba dispensado porque se había dado poco antes del ataque del dúo francés un calentón muy serio tras irse al suelo y romper el cuadro de su bici al verse envuelto en una caída. Fueron solo unos pocos segundos en la meta, 26 en total sumada la bonificación, pero Francia que reparte, según ciudades, la gran fiesta del país entre la noche de ayer y la de hoy, ya tiene unos motivos extras para lanzar más fuegos artificiales. Al liderato recuperado de Alaphilippe, quien quiere llegar de amarillo a los Pirineos, ya pueden añadir el sueño agradable de ver a uno de los suyos paseando de amarillo por París. Mientras, un fantástico Thomas de Gendt, conseguía una victoria épica, de las suyas, aliado solo con la compañía de su bici.