Alrededor del planeta, el fútbol es el deporte rey. En algunos lugares, la tradición está tan arraigada que ni una amenaza sanitaria ha podido con ella. Es el caso de Nicaragua, donde la Primera División continúa adelante con los partidos a puerta cerrada y tomando las debidas precauciones, como eliminar los saludos al inicio del encuentro. En las filas del Managua FC está el oscense Pablo Gállego, que vive estás horas con incertidumbre. «Es una situación de preocupación a nivel mundial. Una pandemia que sucedió como un cisne negro y nadie la vio venir. Estoy realmente preocupado por todo lo que está pasando, más si cabe, con el contacto que tengo con mis amigos y mi familia en España y ver las cosas que están sucediendo», afirma el aragonés.

Formado en las categorías inferiores del Huesca y Real Zaragoza, tras un periplo por el fútbol griego cruzó el charco hace ya dos años en busca de una nueva experiencia siempre ligada al balón. Allí encontró una cultura y una forma de vida que en pocos días ha visto cómo ha cambiado por completo. «En Nicaragua no se ha decretado todavía ningún estado de alarma, pero gran parte de la población ha optado por el confinamiento de motu propio. Se nota cómo se ha reducido el tráfico en las calles, el ruido de los coches y de las personas», asegura el oscense.

Inmerso en la competición, el país comenzó a detectar los primeros casos de coronavirus y el Gobierno puso en marcha los primeros protocolos de prevención. «Recomendaron extremar las medidas de higiene, cerraron los cines, cancelaron las Ligas de fútbol femenino y fútbol sala, y nuestro fútbol siguió adelante sin público», recuerda el aragonés. De esto han pasado ya dos semanas, los estadios continúan vacíos y el único sonido reconocible es el balón golpeando la malla de la portería. «Es extraño jugar a puerta cerrada, la afición lo sigue a través de la televisión y las redes y, en estas circunstancias, la gente le presta atención al fútbol», señala el extremo.

El Managua lidera la clasificación hasta el momento aunque no sabe si serán sus últimos encuentros. «En el caso de mis compañeros no hemos tenido miedo, sí respeto porque está causando muchas muertes en todo el planeta. Hay que ser muy cauto con esta enfermedad. Mando mucha fuerza para mi familia, que se cuiden mucho, que yo haré lo mismo», asiente el oscense.