El Real Zaragoza vive un momento delicadísimo, una situación crítica donde todo está en cuarentena y en la que los dirigentes de la Sociedad Anónima Deportiva (SAD) analizan, desde el empate ante el Lugo (si bien la crisis está fraguada desde mucho antes) cuándo resolverla definitivamente. La depresión es tan profunda que puede llevarse por delante próximamente al entrenador Raúl Agné y al director deportivo, Narcís Juliá. El actual Real Zaragoza ya ha vivido una situación similar. Fue en diciembre del 2015, cuando se marcharon Martín González y Ranko Popovic antes del parón navideño para que llegaran el propio Juliá y Lluís Carreras, si bien las circunstancias en la forma son ahora diferentes a aquellas.

Desde el empate ante el Lugo, el club ha preferido dejar pasar un tiempo de reflexión y de diálogo antes de tomar decisiones, muy condicionadas por un carrusel de factores concatenados y complejos. En el seno de la SAD es latente la sensación de decepción y desesperación por la precipitación al vacío del equipo, cada vez más hundido en la tabla. A eso se le añaden el final del mercado, que llega hoy con un lateral derecho y un punta por fichar, las protestas que se vivieron en La Romareda el domingo, las primeras que sufre la nueva propiedad, y el poco margen económico para cambiar el rumbo. Factores que aumentan el grado de gravedad del momento.

En la SAD se intuyen decisiones en las próximas fechas. El crédito de Agné está agotado, a pesar de lo cual el mismo domingo la SAD estaba convencida de que se sentaría en Huesca por la complejidad de trenzar las soluciones. No se cree, desde hace días, en que sea capaz de levantar el vuelo de un Zaragoza en caída libre desde hace semanas, por mucho que los triunfos ante el Oviedo y el Rayo ejercieran de cortina de humo temporal. El 2017 ha dibujado la realidad cruda, con cuatro jornadas sin ganar y un Zaragoza cada vez más desnortado y en el que las soluciones que busca Agné, lejos de dar resultado, confunden más a un equipo que sigue sin defender bien, no lo ha hecho en toda la Liga, y sin tener capacidad para gobernar los partidos.

Otra cuestión es el sustituto de Agné, que el club tiene claro que debe estar en casa porque no hay dinero para buscar otra alternativa fiable fuera. El poco que había se ha destinado al mercado de enero. El dedo señala a César Láinez, técnico del filial. Pero, ¿está convencido el propio Láinez de que sea su momento para dar el salto? Se diría que no. ¿Y está convencido el club? Ahí el convencimiento lo marca la economía.

¿Y Juliá? Agné es una apuesta personal suya, nacida de la relación de amistad que les une desde el 2002, cuando coincidieron en el Girona. También Milla y Carreras, los otros dos entrenadores que llegaron con él, fueron apuestas personales. Y ninguna funcionó conforme a lo esperado. Con Juliá, además, han llegado 22 fichajes, con pocos aciertos plenos y muchos errores.

Que ante el Lugo los dos laterales fueran Zapater y Cabrera señala los fallos en los refuerzos atrás, por no hablar de Irureta, o de jugadores que han aportado muy poco, como Muñoz, que ya se fue, Barrera o Xumetra. Juliá, además, no ha estado tan encima en este enero de las negociaciones. Agustín Lasaosa, presidente del Huesca, señaló ese hecho públicamente. Otro ejemplo: a los jugadores en la rampa de salida (Morán, Irureta o Barrera) no se les ha dicho nada en todo el mes de esa opción de irse. De Juliá se valoraba su tranquilidad y su capacidad reflexiva, pero sus apuestas han fallado y su desgaste personal y societario es altísimo.