A sus 23 años, el antes temperamental Federer es ahora un calmado campeón. Está enamorado. No tiene entrenador pero tampoco rival. Ganador este año en Australia, Wimbledon y Estados Unidos, ha llegado a Houston a defender su victoria del año pasado en la Copa Masters, obviamente, como favorito. Con todos los respetos para el resto --y para la bolsa de 2,8 millones de euros que está en juego-- desde hoy, en Tejas, siete tenistas se pelean por migajas; sabrosas pero migajas.

El propio Federer reconocía el sábado que este final de temporada lo siente más como el principio de la próxima. "Estoy intentando mantener la confianza y el buen momento del 2004 con torneos como éste", decía, dejando espacio a las hipótesis sobre un tercer Wimbledon consecutivo que le hacían mostrar su amplia sonrisa en un encuentro con la prensa. Domina incluso en este terreno. Mientras, la mesa de Andy Roddick estaba casi desértica, y eso que el de Austin juega en casa.

Lo cierto es que jugará, como Federer, Moyá, Coria, Gaudio, Henman, Hewitt y Safin, si el tiempo lo permite. Las previsiones al respecto no son nada esperanzadoras, y la amenaza de lluvia ha vuelto a poner de manifiesto uno de los problemas de traer por segundo año consecutivo el Masters a Houston.

Pista polémica

Hasta el año pasado, era un requisito tener una pista cubierta para celebrar el torneo. Pero Jim McIngvale, el multimillonario amigo de los Bush que construyó el Club de Tenis Westside, logró que eso cambiara. ¿Casualidad o interés? Algunos creen que lo segundo, pues una pista dura y al aire libre en un clima cálido favorece a Roddick y Agassi. Sea cual sea esa razón, el Masters volverá a Shanghai.