Fue como sentir una llamada general nada más pisar las calurosas carreteras de Jaén. Como si una voz les dijese a todos que había que castigar a Chris Froome, algo así como que eran corredores de la Vuelta, ciclistas altivos que se gritaban quién va a ganar la carrera. Y Froome, una vez más, se levantó bravo para contestarles de nuevo que se llevará la Vuelta en Madrid.

Y aunque suene a poesía, este fue el resumen de la 14ª etapa de la Vuelta, la que pisó Jaén, en la que los corredores no encontraron ni siquiera la pequeña sombra que ofrecían los olivos que los saludaban desde ambos lados de la carretera. Siempre por encima de los 30 grados, todos enviando a sus gregarios a los coches, a por agua, que deshidratarse era letal.

Él, Froome por supuesto, pendiente de su potenciómetro, mirando los vatios y cuidando de tener siempre al lado a ciclistas de gran valor, de los que podrían ser líderes en muchos otros equipos, como Wout Poels, su ángel protector en la subida a La Pandera, donde el jersey rojo decidió controlar más que atacar porque pensaba en la etapa de hoy, en Sierra Nevada, en un calco de jornada corta, apenas 129 kilómetros, en la que el año pasado se despidió de ganar la Vuelta entre Sabiñánigo y Formigal, en los Pirineos, de las que gustan a Contador (lo hizo también en el Tour, camino de Foix) para romperlo todo, sin mirar atrás, sin tener en cuenta las consecuencias y solo pendiente de proseguir con una remontada, pese a perder ayer unos segundos, que ya lo sitúa en la octava plaza de la clasificación general.

«Lo hemos intentado todos, todos sin excepción y Froome ha demostrado un día más que no es fácil dejarlo». Así lo lamentó Vincenzo Nibali, el más activo, el que consiguió recortar al británico cuatro segundos, el que tradicionalmente entra más en forma en la tercera semana de competición y el que está más cerca del británico en la general, a 55 segundos.

Todos fueron contra Froome. El Katusha lo atizó pensando en Ilnur Zakarin, el Quick Step, de la mano de Enric Mas, buscó noquearlo aunque luego David de la Cruz flaqueó. Y hasta el Astana, que dejó claro que confían más en Super López (Miguel Ángel López), su emergente estrella colombiana, que en Fabio Aru. Nibali atacó, hasta tres veces, siempre con Contador. Y siempre, por detrás, Poels mantuvo el ritmo, a 20,8 km/h. Afuera era inhumano mantenerse quieto con tanto sol, pero ellos eran los ciclistas altivos, los que no querían ser esclavos de los olivares, pero sí de un Froome que sigue con la Vuelta controlada.