El líder no era Chris Froome, aunque lo pareciera, y aunque llevasen a error las imágenes de Greg van Avermaet, el valiente líder del Tour de Francia, el campeón olímpico, que se escapó en un terreno que no domina, la montaña, para conseguir mantener un día más la preciada prenda sobre sus espaldas.

No era —no es todavía— el líder de la ronda francesa, que aspira a ganar por quinta vez, pero Froome, y sobre todo su equipo, el Sky, ya trabajó como vienen haciendo todos los años desde el 2012 (primero con Brad Wiggins), con la excepción del 2014, cuando el ciclista de Kenia se cayó en la etapa de los adoquines y se rompió la mano.

Todos corrieron al tren del conjunto Sky, el que coloca un ritmo de escalada tan fuerte que impide movimientos incómodos. Yendo tan rápidos es imposible atacar. Lo intentó, por ejemplo, Warren Barguil, el corredor francés que hace un año ganó la clasificación de la montaña. Tuvo que desistir.

Porque Froome siempre iba con los suyos: con el vizcaíno Jonathan Castroviejo, con su compatriota Geraint Thomas, con el polaco Michal Kwiatkowski, con el valor colombiano Edgar Bernal y con el holandés Wout Poels. Así no hay quien viva, así no hay quien se mueva en un Tour que, todavía está lejos de tener amarrado Froome.

Varió por eso el guión de otros años, si exceptuamos el pasado. En sus tres primeras victorias Froome gozaba de atacar el primer día de montaña para dejar claro que era el patrón de la carrera. En cambio, ahora, prefirió esperar a las dos nuevas citas alpinas.

El Movistar ya sabía, ya estaba preparado a mantenerse paciente a rueda del Sky. Decidieron no moverse. «Lo importante es que no pasé por problemas, a pesar de que me caí en el neutralizado. ¡Ya es el colmo!». Explicó, enojado con sí mismo, Landa. Se fue al suelo, por un despiste, durante los kilómetros iniciales que son un paseo. Al final todos subieron al ritmo del Sky. Fue como si ya se hubiese visto la película en el supuesto estreno del Tour en los Alpes.