El amor limita al sur con el odio y al norte con la locura. La judoca griega Eleni Ioannou cruzó ambas fronteras el pasado sábado y se lanzó al vacío desde un tercer piso tras discutir con su pareja. Ayer fue su novio, Georges Krisostomidis, el que siguió su breve vuelo y se arrojó en caída libre hacia el suelo.

La historia daría pie a una versión moderna de la tragedia griega que tanto éxito tenía entre los ciudadanos de Atenas. Ella, atleta de 20 años, soporta la dureza y la sinrazón de su pareja mientras entrena para conseguir una medalla en los Juegos Olímpicos. El, de 24 años, es drogodependiente, hace la vida imposible a su novia y le prohíbe hospedarse en la Villa Olímpica junto con el resto de los compañeros. Como si de una heroína de las obras de Sófocles se tratase, Ioannou, tras enfrentarse a su hombre, decide saltar desde el balcón del apartamento que ambos comparten.

Entre la vida y la muerte

La acción de la judoca terminó con múltiples fracturas que la mantienen en estado muy grave. Ninguno de sus órganos vitales ha sido dañado, pero sufre fuertes contusiones en la cabeza y podría perder la vista. Krisostomidis, quien no ha podido aguantar la presión de los últimos días y ha intentado acabar con todo por la vía más rápida, se encuentra también en estado crítico.

El jefe del equipo olímpico griego, Kostas Mandragos, acudió ayer a donar sangre en un intento por impulsar la vida de Ioannou para que esta historia no escriba sus últimas líneas y acabe, como las tragedias clásicas, con el dolor de varias muertes.