No es raro ver al Zaragoza de Agapito Iglesias coleccionar partidos en medio de las llamas por diferentes incendios. Desde que el soriano llegó en el 2006 la inestabilidad y la degradación del club han sido una constante y, mientras, el equipo ha disputado muchos choques vitales, ya fueran por la permanencia o por el ascenso cuando ha estado en Segunda, como ahora. Así, la afición anda curada de espanto y la crisis abierta por las demandas por impago de Movilla, Paredes y José Mari es otro episodio más de este drama en el que vive el Zaragoza, que hoy disputa en Gijón un encuentro que, solo mirando la tabla, es una oportunidad de oro, un tren para acercarse al ascenso directo, ya que el rival es segundo con seis puntos de renta sobre los de Paco Herrera, que, tras los resultados de ayer, si ganan en El Molinón y no lo hace la Ponferradina serían sextos y pisarían zona de promoción por primera vez.

Otra cosa es el ambiente, claro, que no es el más propicio para pensar en una gesta ante un enemigo que lleva 8 jornadas sin perder, desde el 27 de octubre, y que solo ha caído una vez en su feudo, ese día ante Las Palmas. El vestuario vive días de zozobra, con una lista de salidas, con el órdago lanzado por los tres demandantes, más o menos entendido en el resto del grupo, donde la medida no ha gozado del aplauso incondicional. Con Herrera capeando el enésimo temporal y con Pitarch tratando de cerrar las vías de agua generadas con la plantilla, el Zaragoza ha pensado en demasiadas cosas en esta semana, pero muy poco en tan trascendental choque.

No es casual que el director general lleve desde el viernes por la noche en Gijón, como el equipo. Ha tratado de transmitir tranquilidad, también en los cobros que motivaron la demanda, que ha prometido que se efectuarán el 7 de enero, pero es imposible pensar en algo de calma dentro del polvorín que es este club. "Nos estamos matando a nosotros mismos", ha dicho varias veces Herrera, consciente de que, tras dos partidos sin ganar y sin dar con la tecla en toda la Liga para que el equipo arranque, en Gijón vuelve a tener la amenaza de volver a la cuerda floja, en donde ya estuvo y de la que salió con tres victorias seguidas, todas sin un gramo de fútbol.

El técnico admite que no lo está pasando bien, que son demasiados los frentes abiertos que tiene, también con el club, donde su sintonía con Pitarch y su equipo de ayudantes nunca ha sido total. Y, en medio de todo, el Zaragoza se presenta en Gijón con la necesidad de ganar para apaciguar el incendio y para tomar oxígeno. Lo hace sin pesos pesados como Henríquez o Luis García y tampoco está Laguardia ni, por supuesto, los tres demandantes. En El Molinón, además, debutará Arzo, pese al susto en el tobillo de ayer y cuya presencia en Gijón es vital, sobre todo por la mejora por arriba que implica en el eje de la zaga.

UN RIVAL AL ALZA La última visita a El Molinón, en la 11-12, trajo una victoria fundamental para la permanencia, pero eso era otra guerra y pocos quedan de aquella batalla. Hoy el Zaragoza se juega otra muy distinta ante un Sporting enrachado que busca su novena cita seguida sin perder tras superar las dudas y que tiene en Scepovic y Lekic a una pareja temible, que ha llegado a Gijón a precio casi de saldo. En otros sitios eso sí se sabe hacer. Los goles del dúo serbio, 22 en total, sostienen la irregularidad atrás del cuadro asturiano.

Si el Zaragoza logra que esa pareja no marque tendrá mucho ganado hoy. Y necesita sumar los tres puntos, porque si sigue sin arrancar por muy mediocre e igualada que esté la categoría, que lo está, el tren del ascenso primero y el de la promoción después se le terminarán por escapar tarde o temprano. Y entonces solo quedarán las llamas.