Las repercusiones del cataclismo de París no se limitan solo a la temida eliminación de la Champions en octavos, que no se produce desde el 2007 ante el Liverpool, y la consecuente pérdida de ingresos. La goleada marca un punto de inflexión en el proyecto que lidera Luis Enrique y supone una honda reflexión en el Barça.

El primero de ellos es el inquilino del banquillo, porque la continuidad de Luis Enrique es el eje sobre el que pivotan una serie de decisiones. El asturiano, con un evidente desgaste tras tres años, acaba contrato en cuatro meses y anunció que no tomaría una decisión (mejor dicho, que no la haría pública) hasta abril o mayo. La incertidumbre aconseja al club a estar prevenido; la dimensión de la entidad y los medios humanos y técnicos de los que dispone le obligan a estar preparado. La enfermedad de Tito Vilanova en el 2013 forzó una búsqueda inesperada y urgente de un sustituto que culminó con la elección del Tata Martino.

En cuanto a los recambios, no sirve cualquier entrenador por prestigioso o laureado que sea. A los futuros aspirantes se les demanda una probada adicción ofensiva del juego de ataque, un dominio del fútbol de posición y la defensa creíble del espectáculo como ingrediente indisociable al resultado. Disponer antecedentes en el Barça suma. Nadie reúne tantos puntos como Xavi Hernández. Pero la alfombra roja que se le tendería para que volviera de Catar tiene el rizo de la duda por su inexistente experiencia como entrenador y, además, aún está jugando al fútbol.

Muy pocos entrenadores reúnen esas condiciones en su currículo. Ernesto Valverde está en la lista desde hace un lustro. Ronald Koeman es el candidato eterno. Los culés andan admirados por las andanzas de Jorge Sampaoli en Sevilla. Su fichaje cuesta 1,5 millones de la cláusula de rescisión. El departamento técnico debe contar con informes de otros entrenadores, se supone, como pueden ser Frank de Boer, Philip Cocu y otros mucho menos probables como Óscar García, Guillermo Amor o Lluís Carreras, sin olvidar a Eusebio Sacristán, actualmente en la Real.

Además, la plantilla necesita refuerzos de verdad. Este verano, el Barcelona se gastó 122 millones en seis jugadores y tan solo a Umtiti se le puede considerar como titular. André Gomes es la diana de las críticas. El precio que tuvo (con 20 millones más en variables), su porte en el campo y su rendimiento, sobre todo, que no ha mejorado al interior que sustituía, le han convertido en símbolo de una fallida elección.

Necesidad de revulsivos / De todos cabría esperar más la próxima temporada, transcurrida su adaptación. Traspasarles significaría asumir el error de haberles contratado. Robert expuso su juventud como un valor, no como un defecto, por lo que los mejores años de su vida azulgrana todavía han de comenzar.

El problema, sin embargo, es otro. Más urgente. Se llama rendimiento. A cuentagotas lo han dado. Cubrieron bajas y permitieron la rueda de las rotaciones.

Por último, el club necesita con urgencia revulsivos ya que ha entrado en una línea monocorde de juego. La gran virtud del Barcelona, acaso la única según algunas lecturas, es el poderío realizador de la delantera. A diferencia de otros desastres catárticos, como el de la Champions, el club no tiene margen de maniobra para promover una reacción. No hay vacas sagradas a las que sacrificar, como Ronaldinho y Deco en el 2008. Aquel equipo sumaba dos años sin títulos. El actual presenta ocho en dos años. Y, además, Messi, Suárez y Neymar siguen rindiendo. Y Busquets, Iniesta y Piqué, también.