Como en esas reuniones de viejos amigos, se han encontrado de nuevo para recordar los buenos tiempos, disfrutar e intentar lograr, por última vez, un antiguo objetivo que un alemán llamado Oliver Bierhoff les frustró. Han tramado un plan: robar una copa de plata que pesa ocho kilos y mide 50 centímetros el 4 de julio en Lisboa. Creen que les pertenece.

Son checos y están plenamente identificados desde hace tiempo, aunque han cambiado su fisonomía. Son apenas tres, los únicos supervivientes de la Eurocopa-96. Han renovado la banda que les acompaña. Ahora se han rodeado de jovencitos (Rosicky, Baros, Cech...) para desempeñar las tareas complementarias. Porque ellos, los jefes del plan, van al frente.

Uno responde al nombre de Karel Poborsky. Tiene 32 años y había desaparecido de la circulación. Está identificado desde que un día, en Birmingham, le metió una maravillosa vaselina al portugués Vítor Baía. Pero poco después se le perdió la pista. Estuvo en Manchester 18 meses hasta que un chaval llamado David Beckham, todavía sin tatuar y soltero, le apartó del carril derecho de Old Trafford. Luego pasó por el Benfica y el Lazio, hasta que volvió a Praga. Este será su último golpe, porque ya ha anunciado que se retira.

El segundo es Vladimir Smicer. Es un año más joven. A diferencia de Poborsky, que se cortó la cabellera, ha optado por una imagen más moderna. También empezó en el Slavia de Praga. Luego anduvo por Lens y lleva años afincado en Liverpool. Es el más discreto, porque suele sentarse en el banquillo. El capitán es el más popular. Posee un Balón de Oro y se autodenomina --así ha titulado su biografía--, El león de Praga . Es Pavel Nedved, tiene 32 años, y en sus vitrinas sólo faltan dos trofeos: la Champions, que no pudo abordar en el 2003 porque no disputó la final perdida por la Juventus ante el Milan, y la Eurocopa.

Ya se han puesto manos a la obra. Primero liquidaron a Letonia. Perdían por 0-1, salió Smicer del banquillo y acabaron ganando por 2-1. El sábado ejecutaron a Holanda con idéntico método. Estaban atrás por 0-2. Smicer se despojó del chándal, Poborsky se adueñó de toda la banda derecha y Nedved echó del campo a Heitinga y bombardeó a Van der Sar con sus obuses. Saldaron una vieja cuenta del año 2000, cuando Frank de Boer, de penalti y en el último minuto, les apartó de los cuartos de final. Se han ganado una tregua. El seleccionador, Karel Brückner, anunció ayer que ante Alemania jugarán los suplentes.

El partido más ofensivo

"Es uno de los días más felices de mi vida", dijo Smicer, que ayer dedicó la jornada a jugar a golf. Había marcado el gol de la victoria --"le estaré siempre agradecido a Poborsky por la magnífica asistencia que me dio"--, y se convertía en el segundo jugador que marca en tres Eurocopas distintas, después del alemán Juergen Klinsmann. Smicer batió a Rusia en 1996, dos veces a Dinamarca en el 2000 y marcó el 2-3 a Holanda. Poborsky también puede conseguirlo.

La oposición que mantuvo Holanda revalorizó el triunfo de la República Checa, que acabó el partido con tres defensas y siete hombres ofensivos (Smicer, Heinz, Poborsky, Rosicky, Nedved, Baros y Rozehnal). Entre ambos equipos remataron 32 veces a portería (19 los checos y 13 los naranjas) y lanzaron 13 córners (6 y 7), con lo que hubo una acción de peligro cada dos minutos. "Ha sido un gran partido para los checos y para todos los aficionados al fútbol", subrayó Smicer.