La vida de un club de fútbol discurre habitualmente y de forma paralela por diferentes caminos y a velocidades distintas. El ayer, el hoy, el mañana y el medio plazo se entremezclan en el trabajo de los profesionales de la cadena de mando, sobre el césped y en los despachos. Es lo que también ocurre en el Real Zaragoza, incluso en una situación con los tintes dramáticos y el futuro tan incierto como la que atraviesa el equipo aragonés, con cuatro puntos de renta sobre la zona de descenso a cinco jornadas para el final, un partido límite el sábado en Almendralejo y las sensaciones tan preocupantes como en el momento de más preocupación.

Mientras el destino de esta temporada todavía no está resuelto, con la cuota de inquietud e incertidumbre societaria y colectiva que ello genera, y Víctor Fernández trata de reconducir el fútbol y, sobre todo, los resultados, la SAD trabaja en todos los escenarios posibles, desde el más optimista hasta el más pesimista. Es obligación de empresa hacerlo y también de los profesionales. En este contexto de tres velocidades, futbolística, institucional y de planificación deportiva y económica, es donde hay que situar el nombre de Unzué, el preferido para el banquillo en caso de salvación. Mientras sucede todo lo demás, de la permanencia se han de ocupar el técnico y el equipo. Ese es su trabajo.