El final anunciado llegó. Y lo hizo precedido del caos, del desastre. Montecarlo, sus calles, su serpentina de asfalto, pusieron punto y final a la espectacular racha de triunfos de Michael Schumacher (Ferrari), que no podrá establecer, al menos este año, un nuevo récord en su fulgurante inicio. Se quedó en cinco victorias consecutivas, las mismas que logró el británico Nigel Mansell (Williams-Renault) en 1992.

No esta mal, nada mal, pero la sexta fue para el simpático Jarno Trulli, compañero de Fernando Alonso en Renault, que cerró el fin de semana más feliz, más dichoso, más triunfal de su carrera mientras el asturiano escupía culebras por la boca, maldecía el día que nació Ralf Schumacher y pedía que le quitaran la licencia para correr después de que el hermanísimo le arrinconara contra el guardarraíl al ser doblado en el interior del túnel, poniendo punto y final a una carrera que hubiese podido concluir en lo más alto del podio. "Estoy seguro, convencido, de que ganaba, seguro", gritó indignado Alonso.

Lo había anunciado el principito español de Asturias el sábado: "En Montecarlo no se pueden hacer pronósticos, ni cálculos, ni estrategias selladas, firmes, cerradas. Es una lotería". Así fue, y Alonso se llevó la peor parte. Cuando más cómodo estaba, cuando más posibilidades tenía de confirmar su sexto podio y, quién sabe, si la primera victoria de la temporada, cometió el error de doblar al pequeño de los Schumacher, su bestia negra, el piloto más caprichoso, soberbio e indisciplinado de la parrilla, en el punto más oscuro del trazado, el túnel. Cuando Alonso emergió por su boca, ya había perdido todas las posibilidades de ganar, de ser alguien en Mónaco. Por su mala cabeza y el atrevimiento de Ralf.

Trulli, que sobrevivió al gran premio más caótico y accidentado de los últimos años, fue merecedor del mayor de los premios: ganar en casa de Renault, rodeado de miles de franceses e italianos, todos amigos. "Puede que si me hubiesen dejado escoger, hubiese elegido ganar el primer gran premio de mi vida aquí, en estas calles porque una victoria aquí tiene un sabor especial, un encantado incomparable".

EMPIEZA LA FIESTA El caos empezó en cuanto se apagaron los cinco semáforos rojos. Alonso, en una de sus arrancadas magistrales, se merendó a Button mientras Schumacher se dormía en los laureles y era adelantado por Raikkonen y Sato.

Tres vueltas después, cuando el pelotón calentaba sus gomas y los Renault volaban hacia la victoria, el motor Honda de Sato estalló provocando una enorme humareda, que cegó a todos sus perseguidores. Raikkonen, Schumacher y Barrichello le driblaron milagrosamente, pero Fisichella voló por los aires, utilizando como trampolín el alerón trasero de Coulthard, aterrizando boca abajo, sin daño, sobre el guardarraíl de la piscina, en el Bureay de Tabac.

Eran los primeros abandonos de una carrera que no finalizarían la mitad de los coches --hubo diez abandonos-- y en la que todos, todos menos los dos que acompañaron en el podio a Trulli, serían doblados por el vencedor. Fue el GP en el que Ferrari y Renault se pusieron de acuerdo para que, por vez primera, uno de sus dos coches no acabase.

Después de que la estrategia de Ferrari en la primera tanda de repostajes premiase a Schumi con la tercera plaza, tras los Renault, al superar a Button y Raikkonen en los talleres, se produjo el incomprensible accidente de Alonso, que salió del túnel trasquilado, con su morro destrozado y haciendo trompos, tras ser asustado por Ralf Schumacher, que le acusó de no saber adelantar, de "ser muy joven e inexperto" e, incluso, de iniciar tarde el adelantamiento.

De nuevo el coche de seguridad salió a la pista a poner paz. Faltaba el último tercio de carrera y Trulli y Button, extrañamente más listos que Schumacher, entraron a repostar mientras el safety car ralentizaba la carrera. Reanudado el combate, escaso (pues sabido es que en Montecarlo pasan muchas cosas pero pocos adelantamientos), Schumi puso fin a su récord. También en el túnel, a oscuras, cuando iba detrás del coche de seguridad, frenó de forma imprevista y fue embestido por Montoya, que le lanzó contra la valla y acabó con su carrera.

ADIOS AL RECORD La misma sorpresa que generó en ese punto Alonso la provocó el hexacampeón cuando apareció por la boca del túnel con una rueda destrozada. Adiós al récord de 18 victorias en 18 carreras. "Si gana en Montecarlo, Schumi conseguirá lo nunca visto: 18 victorias en 18 grandes premios este año", dijo Ecclestone. No ganó. No hay récord. Pero sigue el dominio.

Todo sucedió, pues, a espaldas de Trulli, que apretó los dientes y completó la carrera de su vida, teniendo la suerte de que justo cuando se le acercó peligrosamente Button, en la última vuelta, un doblado, el húngaro Baumgartner, le hizo el trabajo sucio taponando al británico.